El Heraldo (Colombia)

Vergüenza y desencanto

- Por Fernando Giraldo

El sistema de justicia es clave en una democracia moderna; debe contribuir con su funcionami­ento y se fundamenta en personas autónomas y responsabl­es, así como en la sociedad global, pues hace parte del concepto de democracia (O´Donnell) y es un componente del estado de derecho. No es así en el caso del exministro Arias, por tratarse de algo debidament­e juzgado. Vía tutela se concedió una nueva instancia; mientras millones de casos son ignorados o quedan invisibles. No todos reciben las mismas oportunida­des. Es la Colombia del siglo XIX, aunque la Corte Constituci­onal esté en el XXI.

En una democracia de calidad la justicia tiene plena independen­cia frente a otros poderes, y no compromete su criterio. Es sabido que los magistrado­s requieren apoyo partidario para ser postulados y conservan nexos que limitan su independen­cia cuando ciertos temas, intereses o personas están en juego. No todos los gobernante­s y autoridade­s jurídicas respetan y garantizan cabalmente los derechos civiles, especialme­nte de prisioa neros y detenidos (ni en esta pandemia). No todas las personas sindicadas son tratadas lícita y equitativa­mente; y tampoco todos quienes delinquen reciben la sanción establecid­a en la ley. Desde inicios de la República se tiende a favorecer a los más poderosos con impunidad, contra los más débiles. Bien decía Albert Camus, en Francia, que las institucio­nes eran frecuentem­ente malas y funcionaba­n a favor de quienes las dirigían; que la corrupción estaba en casi todas partes, y la justicia casi en ninguna.

La Corte decidió, pensando en Arias, modificar el derecho nacional; lo cual será también aprovechad­o por otros avezados condenados; y algunos quedarían en libertad. Este tribunal no tiene tiempo, ni le da importanci­a, para estudiar oportuname­nte la Emergencia Nacional, pero sí un asunto que gozó de garantía. Vaya a saberse en cuáles motivacion­es y razones, además de las jurídicas, reposa esa decisión. La tutela no era para contrariar el fallo de los jueces. Por algo la mayoría de los ciudadanos percibe o cree que la justicia es tan complicada y lejana como para entenderla. Pueden entenderla mejor quienes han tenido experienci­a ante los jueces; pero para tenerla debe existir justicia real y sin impunidad. La decisión ocurre justo cuando la corrupción gubernamen­tal nos reedita, en medio de la pandemia, la versión II de Agro Ingreso Seguro; en pleno silencio autoritari­o impuesto en este encierro. Esta calamidad no es solo mal funcionami­ento o corrupción institucio­nal; y nos hace pensar en una justicia concebida, creada y sostenida por personas que no saben nada, o muy poco, de democracia. En el caso de Arias, se trata de una nueva oportunida­d para alguien que cometió un delito grave y huyó, argumentad­o estar desprovist­o de poder, influencia­s o recursos y ser perseguido.

La democracia es una obra en progreso. Por ello, exige escuchar a la mayoría de los ciudadanos que piensa que la justicia no es igual para todos, que no trata por igual a ricos y pobres y que no es la misma para un político que para un ciudadano de a pie. La decisión de la Corte agrega ilegitimid­ad, desorden y discrimina­ción, cambiando discretame­nte reglas de juego con el argumento de defender el estado de derecho. ¡Qué vergüenza!

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