El Heraldo (Colombia)

Diomedes Díaz cumpliría hoy 63 años

El cantante vallenato se mantiene vivo en el corazón de su fanaticada debido a que se valió de lo popular y un lenguaje sencillo para conquistar­la Hoy el cantor campesino cumpliría 63 años.

- Por Juan Rincón Vanegas Especial para EL HERALDO

El domingo 26 de mayo de 1957, día de San Felipe de Nerí y Santa Mariana de Jesús, nació Diomedes Díaz Maestre, en la finca Carrizal, jurisdicci­ón de La Junta, municipio de San Juan del Cesar (La Guajira). El mismo niño a quien el notario Nelson Urbina Daza, al llenar los requerimie­ntos del documento en el Libro 8, Folio 525, en un lapsus escribió de su puño y letra que era de sexo femenino. Nadie se percató, y así quedó firmado por el propio notario y por Rafael María Díaz Cataño y Elvira Antonia Maestre Hinojosa, los padres del que tiempo después se convertirí­a en El Cacique de La Junta, como lo bautizó el también fallecido cantante Rafael Orozco.

Diomedes, cuyos padrinos fueron Joaquín Elías Acosta y Amira Mejía, desde la hora de nacer llamó poderosame­nte la atención. Nació con los ojos abiertos entre cantos de aves y misterios de lechuzas, como lo reseña en un amplio relato el escritor Hernán Gutiérrez Hernández.

—¡Apúrese que la cuestión es pa’ ya! —dijo Perna Hinojosa—el emisario que llevó la razón del parto de Elvira hasta el pueblo de La Peña— lugar donde esa noche parrandeab­a Rafael, quien de inmediato dispuso el regreso, llevándose de paso a la mejor partera de la región, quien era bisabuela de la criatura a nacer.

En el trayecto no hubo contratiem­pos graves, salvo el susto colectivo ocasionado por una lechuza que se estrelló con el cuerpo de la partera la cual viajaba en “una yegua mansa”. Eso hizo que ella en medio de la oscuridad se involucrar­a en sus creencias religiosas acompañada­s de hechicería­s y mal agüeros. Como pudo sostuvo la rienda de la bestia con una mano y con la otra agarró el crucifijo que llevaba en una mochila junto con los elementos medicinale­s para el oficio. Enseguida, ordenó suspender el recorrido mientras rezaban los 15 misterios de la Virgen, después de cada Padre Nuestro y 10 Aves María.

Enseguida, continuaro­n el camino llegando a Carrizal donde fueron testigos del nacimiento del niño con los ojos abiertos antes de la fecha prevista.

Cuando Rafael descansó de festejar el nacimiento de su primer hijo cayó en la cuenta de que no había señalado la fecha correspond­iente. Entonces fue al aposento y descolgó del barraganet­e la mochila donde guardaba un librillo en cuya portada de color ladrillo estaba estampada una foto que decía ser de un pintoresco británico llamado Bristol.

Como no sabía leer pidió a Elvira, su mujer, que marcara con anilina color rojo caoba el número y la lectura correspond­iente, así como también la fase de la luna para no olvidar la fecha y festejar todos los años.

“Domingo 26 de mayo, día de San Felipe de Nerí y Santa Mariana de Jesús, luna nueva, año 1957”, leyó ella.

Decidieron entonces adelantar el bautizo y el nombre lo llevaron escrito en un cartón: Diomedes. La historia conoció al primero como uno de los héroes más importante­s de la Ilíada y del ciclo troyano. Claro, eso no lo sabía Rafael, su padre, pero sí su padrino después de leerlo en una vieja encicloped­ia”.

Así nació el hombre que marcó su propia historia cantada y que años después expresó lleno de la más grande inspiració­n.

LOS RECUERDOS DE MAMÁ VILA

Cientos de añoranzas giran alrededor de Diomedes Díaz, pero su mamá Elvira Maestre, Mamá Vila, como la llaman sus nietos por cariño, contó detalles de los comienzos del consagrado artista.

“En esa época fue todo difícil por las necesidade­s que pasamos, y porque a

Diome —así lo llamé siempre— le tocó trabajar desde muy niño. Después, gracias a mi hermano Martín, quien era acordeoner­o y compositor, fue despertand­o su amor por la música, y con el paso del tiempo fue inigualabl­e. Gracias a Dios todo lo que cantaba le sonaba por todas partes. Él, de su vida no guardó secretos porque los convirtió en canciones”.

Hizo una pequeña pausa y después manifestó: “Lo de Diome fue de mucha lucha, de mucha entrega. Él vendía limones, empanadas, tejía mochilas y su primer trabajo en Valledupar fue ser mensajero de la emisora Radio Guatapurí. Todo esto se recompensó tiempo después cuando alcanzó la gloria musical, ahora vendiendo una cantidad considerab­le de discos que grabó al lado de buenos acordeoner­os hasta llegar a ser inmortal”.

No había derecho a más preguntas. Ya lo había dicho todo, resumir en pocas palabras la vida de ese hijo que es un referente de la música vallenata.

SU FE EN LA VIRGEN DEL CARMEN

Diomedes Díaz, El Cacique de La Junta, logró en su fructífera vida artística grabar 455 canciones, entre ellas 92 de su autoría, en las que incluyó sus célebres frases como: “Ay mamá, ojalá el mar fuera mío pa’ dátelo con to’ y pescao’”.

Él fue un devoto de la Virgen del Carmen, a quien nunca dejó de mencionar, venerar y hasta le hizo una petición especial.

Este relato lo cuenta Rosa Elvira, hija mayor de Diomedes Díaz, quien el domingo 13 de junio de 2010 dio a luz a su primogénit­a. “Cuando mi papá supo que había nacido su primera nieta se alegró y celebró. Mi niña, María Sofía, nació prematura y era tan pequeña que hasta cabía en una almohadita. Yo, vivía preocupada por su salud y mi papá ante esto me pidió que se la llevara a su casa del barrio Los Ángeles en Valledupar”.

En ese lugar estaba el abuelo tierno y noble que la tomó en sus brazos y la llevó directo al altar de la Virgen del Carmen donde se arrodilló. A la distancia, Rosa Elvira lloraba y solamente lo veía mover sus labios para pedirle a la virgen por su nieta. Pasado este hecho conmovedor se la entregó a su hija, diciéndole: “Mucha confianza, mucha confianza, se hará el milagro”.

Precisamen­te, el 5 de diciembre del 2013, pocos días antes de morir, Diomedes se encontró por última vez con su nieta. Llorando la abrazó y le expresó: “María Sofía, mi linda María Sofía, a ti te salvó la Virgen del Carmen”.

SU PALPITAR DE PADRE

Corría el año 1993 cuando Rosa Elvira Díaz viajó de Valledupar a Bogotá con la finalidad de presentar examen de admisión en la Universida­d Manuela Beltrán.

Al correspond­erle ir a la cita universita­ria, rezó con su padre ante la imagen de la Virgen del Carmen. Ella, se fue confiada y días después al reclamar el resultado observó que había ocupado el primer lugar. Emocionada, regresó cuando Diomedes iba saliendo de viaje. Al verlo le dio la buena noticia. Él, muy sereno la felicitó, la abrazó, le dio un beso en la frente y le dijo: “Hija, yo sabía”…

Sí, él además sabía que en la vida hay cosas del alma que valen mucho más que el dinero, que el hombre no vale por el terreno que pisa, sino por el horizonte que descubren sus ojos, que la envidia es una enfermedad como el cáncer, incurable; que llevaba en su alma prendida a toda su fanaticada y que el día que se acabara su vida dejaba su canto y su fama.

Hoy, desde el silencio de los corazones y el recordator­io de su cumpleaños, es necesario poner en primera fila aquella frase del cantor campesino que nadó contra la corriente triunfando a pesar de tantas caídas de las que supo levantarse: “Yo no sé cómo se paga este gesto tan bonito, quiero repartir mi alma y darles a todos un poquito”.

Cuando las canciones de El Cacique inmortal se escuchan día a día es preciso repetir dos frases elocuentes que calcan su grandeza: “El triunfo de la muerte es el olvido, y con Diomedes Díaz eso no ha sucedido”, (Jaime Pérez Parodi). “La muerte no es verdad cuando se ha cumplido bien la obra de la vida”, (José Martí).

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ARCHIVOPAR­TICULAR Diomedes Díaz nació el 26 de mayo de 1957.
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La música de Diomedes sigue sonando siete años después de su muerte.
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Elvira Maestre recuerda a su hijo mayor, El Cacique.

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