El Heraldo (Colombia)

Noches de picó y fútbol en el toque de queda

EL HERALDO recorrió varios barrios de la ciudad y pudo comprobar que muchos habitantes hicieron caso omiso a las medidas sanitarias distritale­s Autoridade­s intervinie­ron 284 fiestas en el Atlántico.

- DOS CARAS

Eran las 7:30 p.m. del lunes 16 de junio. Patrullas de la Policía recorren la ciudad cuando pasan por el parque de Ciudadela 20 de Julio y, de un momento a otro, inicia la primera persecució­n de la jornada. Cuatro menores de edad que están jugando fútbol en una cancha con cerramient­o se percatan de los uniformado­s y, con grandes habilidade­s felinas, trepan una valla de unos seis metros para darse a la huida. Tres cumplieron el objetivo en pocos segundos, el otro quedó enganchado y se rompió la pantalonet­a, pero aun así logró encontrars­e con sus compañeros. A pesar de los sorprenden­tes movimiento­s fueron intercepta­dos por las autoridade­s, quienes les explicaron que no podían estar en la calle debido al toque de queda.

“Yo no estoy haciendo nada. Yo estoy vendiendo una rifa. Huéleme las manos si quieres”, expresó uno de ellos.

La escena despertó el interés de todos los vecinos. Algunos desde los balcones de sus casas grababan con sus celulares el procedimie­nto. Otros salieron en manada a ver de cerca lo que pasaba. “Estos muchachos no hacen caso. Deberían mandarlos a la UPJ. Todos los días es lo mismo”, decía una señora a lo lejos.

Antes de lo relatado en mención, las autoridade­s habían intentado acabar con una reunión de una veintena de personas que se encontraba compartien­do unas cuadras atrás, pero las explicacio­nes de los vecinos desarmaron a los oficiales.

“Era el velorio de una persona que había muerto en casa. A uno le dicen eso y debe entender porque es una situación complicada”, explicó Alarcón mientras llegaba a un acuerdo con uno de los propietari­os del hogar. “Está bien lo que hace la Policía. Nosotros, en este caso, solo pedimos que nos permitan pasar el dolor de nuestra familia”, decía el hombre cabeza de la familia.

La situación parece cansar a algunos patrullero­s de la Policía Metropolit­ana. Los uniformado­s consideran que “la irresponsa­bilidad de algunos pocos” afecta a los demás, como a ellos, que a diario salen a intentar controlar la situación sanitaria a punta de pedagogía, aunque en algunos casos el uso de la fuerza es necesario cuando la cuestión se sale de control.

“La verdad uno no quiere andar en la calle en una situación como la que está viviendo el país, pero esta es la función de uno y toca poner el pecho. Hay mucha gente que acata las órdenes y de pronto si están reunidas en masa, ingresan a su vivienda y acaban la reunión, pero hay otros que no. Hay mucha gente que un día pide mercados para dizque no salir, pero luego uno pasa por la misma vivienda y llevan varios días tomando, entonces uno no entiende esas cosas”, explicó un patrullero de la Policía.

“La verdad hay dos caras. Mucha gente hace caso y hay otros donde llegamos y les decimos que por favor apaguen el equipo de sonido y que no tomen, pero ellos son groseros y buscan pelea enseguida”, agregó.

RECHAZO

Camilo Barraza es segurament­e una de las personas más insultadas por estos días. Está encargado de perifonear medidas sanitarias a la comunidad, aconsejar y, en algunos casos, de llamar la atención.

Lo hace de una manera agradable y amistosa, pero basta acompañarl­o en un recorrido para comprobar el rechazo que generan sus comentario­s.

“Uno intenta hacer una buena obra, pero hay mucha gente que es terca. Ven el carro y enseguida dicen ‘ushe’. Todo lo cogen a la bacanería. Hay otros que sí le hacen caso a uno”, expresa mientras hace su labor.

Barraza cuenta que muchas veces ha visto cómo algunos habitantes hacen caso omiso a las medidas con teorías alocadas y que se ha visto obligado a acudir a versículos de la biblia para hacer caer en cuenta a algunos pastores que las congregaci­ones están prohibidas.

Durante un recorrido el pasado lunes festivo, esta casa editorial comprobó que, a pesar de los muchos infractore­s, también hubo restaurant­es y ventas de fritos que en las noches vendían sus productos sin los protocolos básicos de biosegurid­ad.

También se observó a más de una madre que con chancleta en mano obligaba a sus hijos a no salir de la casa y ponerse el tabapocas cuando pasaban las patrullas de la Policía.

“La verdad es que la situación está maluca. También haypersona­squecumpli­mos las normas y les decimos a los vecinos que traten de no salir tanto”, dijo una señora en el barrio La Sierrita.

Según las autoridade­s, a pesar de que el sur de la ciudad es el sector donde más se ha violado el toque de queda, algunos casos aislados se han registrado en el norte.

Un total de 70 fiestas y 230 riñas se registraro­n en el área metropolit­ana de Barranquil­la el pasado puente festivo.

 ?? JOHN ROBLEDO ?? Miembros de la Policía y el Esmad recorren los distintos barrios para hacer cumplir el toque de queda.
JOHN ROBLEDO Miembros de la Policía y el Esmad recorren los distintos barrios para hacer cumplir el toque de queda.

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