El Heraldo (Colombia)

La debacle

- Por Rafael Nieto Loaiza

En el siglo XXI, Colombia hizo un avance muy importante en reducción de la pobreza, tras dos décadas de crecimient­o económico sostenido y de fortalecim­iento de las redes de protección social. Los pobres pasaron de ser el 50% del total en 1999 al 27% en 2018 y la pobreza extrema bajó del 22% al 7%. En consecuenc­ia, teníamos una clase media equivalent­e al 30 % de la población. No eran para cantar victoria, pero eran avances importante­s y alentadore­s.

Hasta que se vino el durísimo confinamie­nto. El resultado: el FMI proyecta una caída del 7,8% del crecimient­o económico de Colombia para este año. El Gobierno, por su parte, pronostica un -5.5%. Sin importar cual de las prediccion­es resulte más acertada, este año será, con mucha distancia, el peor de la economía del que tengamos noticia.

Sin embargo, las cifras del PIB son apenas datos fríos y no reflejan de manera adecuada la tragedia humana que esconden. El impacto real se ve mejor desde la quiebra de decenas de miles de empresas y, en particular, en el desempleo y la pobreza.

El DANE anunció que la tasa de desempleo en abril había llegado al 19.8%. En marzo era de 12.6%. Creció 9.3% en lo que va del año. De lejos, la más profunda y rápida caída del empleo desde que se hacen mediciones. Detrás de cada punto adicional de desempleo hay 240.000 personas, es decir, hoy hay por lo menos 2.232.000 más desemplead­os que a fines de 2019. Ahora, hay que advertir que en realidad el número de desemplead­os debe ser muchísimo mayor. En abril no se había sentido en toda su magnitud el impacto de la cuarentena. Solo esta semana, cuando tengamos las cifras de mayo, sabremos mejor cuál es el desempleo formal que nos ha dejado la cuarentena.

Mayor desempleo, más pobreza. La Universida­d de los Andes calculaba “un incremento de cerca de 15 puntos porcentual­es adicionale­s de pobreza: 7,3 millones de personas más que en 2019”.

En otras palabras, en estos tres meses de confinamie­nto el país dará un salto brutal al pasado, perderemos los avances de casi dos décadas. Más pobreza, más hambre, más desnutrici­ón, más enfermedad­es, más muerte. Y más desórdenes sociales, más insegurida­d y más muerte. No, no hay dicotomía entre vida y economía. Una mala economía se traduce, tarde o temprano, en la pérdida de miles de vidas.

Por otro lado, no habrá vacuna antes de un año o año y medio. Hay que agregar un tiempo más para que esa vacuna esté disponible para países como Colombia. Y mucho más para la vacunación. Si se vacunara un colombiano por segundo, tardaríamo­s un año, siete meses y ocho días para cubrir a los 50 millones.

Por eso no me cansaré de insistir en que el único camino que tenemos es aprender a vivir con el virus y abrir de inmediato, de hecho y no solo en el papel, la economía. Nos estamos jugando el futuro.

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