Una tarea titánica
Cuando se construye una obra de carácter público, llámese arroyo, escuela, hospital, malecón, etc., será siempre buscando beneficios para la comunidad, y el resultado final debe coincidir con las expectativas previas. Además, regularmente esas obras son pensadas, diseñadas y construidas para generar un cambio positivo, ya sea en la movilidad, seguridad, educación, salud, recreación, etc. Obras que además demandan un gran esfuerzo, siempre con la expectativa de su positiva incidencia en el comportamiento ciudadano. Con los nuevos colegios y parques, así como con la pavimentación masiva de los barrios del suroccidente y otros se tenía la expectativa de un cambio ciudadano.
Pero cuando se constata que sí se ha cumplido. ¿Cómo es posible entender que ese esfuerzo no haya generado, ni una pizca, el anhelado cambio de mentalidad y comportamiento en una gran mayoría de los habitantes de esta ciudad? El haber estado repitiendo en reuniones sociales en el norte, centro, suroccidente y suroriente de la arenosa, que la ciudad estaba bonita, que ya había sitios donde ir en familia, que poco a poco estábamos contando con atractivos que podían incentivar nuestro turismo, y bla, bla, bla; eso no ha sido, ni fue suficiente, porque no logró culturizarnos, sino que seguimos igual, y resulta fácil comprobarlo cuando vemos la basura acumulada en los arroyos canalizados, y ahora con la indisciplina de muchísimos barranquilleros desobedeciendo todas las normas para controlar el contagio de COVID-19.
Antes del obligado confinamiento por mi edad, estuve en plan de compras en un supermercado y mientras recorría sus pasillos pude comprobar cómo muchos de los clientes atravesaban sus carritos de mercado interrumpiendo el libre tránsito al resto, de tal manera que tenía que ir solicitando permiso, que no es otra cosa que pedir de forma cortés que hagan lo que deben hacer sin que se lo estén solicitando. Analizando ese comportamiento tan egoísta, lo trasladaba entonces al tráfico vehicular de la ciudad, y pensaba, ¿si no son capaces de manejar un carrito de supermercado de manera responsable, cómo pretender que sí lo hagan cuando están conduciendo su automóvil? Hoy, por obvias razones, el tráfico es escaso, ¿Pero volveremos a comportarnos igual después de la pandemia? Soy bastante analítico y debo ser sincero con lo siguiente: Aunque ya había algunos conductores que dejaban el espacio libre para no obstruir el cruce, había un grupo que parcialmente y en gran proporción, con las excepciones de rigor, se resistía a participar de esa elemental regla. Se trataba de lo que yo llamaría “señora en carro de alta gama”. Podrías, amigo lector, esperar que te cediera el paso un conductor de bus, un taxista o cualquier conductor de vehículo privado, pero como vieras que quien se acercaba al cruce era una señora en carro costoso, prácticamente no tenías chance de pasar. ¡Primero sobre su cadáver! Parecía ser la consigna. Así que en ese sentido, cambiar el chip a los barranquilleros parecería una tarea titánica, y esta resulta indispensable si queremos que la ciudad no solo mejore en su infraestructura urbana, sino en la actitud de todos, porque ese es el más importante de los cambios que requiere una comunidad. ¡Y hoy, ese cambio es de vida o muerte!