El Heraldo (Colombia)

Rechazo y discrimina­ción, otro mal del virus

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Javier* siente que su “infierno” comenzó desde el día que le hicieron las prueba del nuevo coronaviru­s. Estaba en su casa y días antes –para evitar que sus vecinos se alarmaran a grandes escalas– había informado que iba a ser sometido a la PCR por haber estado en contacto con una persona contagiada de COVID-19 en su trabajo. Asegura que, inicialmen­te, los moradores de su edificio lo apoyaron y se mostraron de acuerdo para despejar cualquier duda, pero luego de que estos últimos vieron a dos hombres entrando a su hogar con trajes de biosegurid­ad, algo cambió en el ambiente de su residencia. “A los días me enteré que personas de otros pisos tomaron fotos y empezaron a hablar mal de mí. Que no debería estar en el edificio y cosas así. Esas son cosas que duelen, más porque uno lo que menos quiere es contagiar a los demás, pero eso solo fue el principio”, asegura el joven profesiona­l.

A pocos días de haberse realizado la prueba, Javier empezó a sentir dificultad en la garganta y malestar general. No le prestó mucha atención a esos síntomas hasta que su cuerpo registró altas temperatur­as que le impedían dormir por las noches. Dice que para colmo de males, también sufría de diarrea y dolor de cabeza, dos afecciones que no sabía cómo tratar debido a que vive solo. “Cuando me empezó a dar fiebre me preocupé mucho y fue cuando le dije a mi mamá, pero ella enseguida se puso mal por la noticia. En esos días me llegó la respuesta de que era positivo por COVID-19 y ya todo se puso peor. Yo solo, sin nadie que me atendiera, era muy complicado. No quería que nadie me visitara para atenderme para no exponerlo, así que me tocó sufrir en silencio porque después me empecé a quedar sin comida (risas)”, contó. “Uno por ser joven cree que puede soportar la enfermedad y la verdad no tenía miedo, pero un día empecé a tener dificultad­es para respirar y ahí me asusté mucho. Me dolía el pecho, como si me lo estuvieran apretando, y literal ese día casi no me pude parar de la cama. Ahí uno se da cuenta que esto le puede pasar a cualquiera y que la vida se acaba en menos de nada. Menos mal no fue así para mí”, agregó. Según Javier, sufrir de coronaviru­s también puede debilitar la parte mental, por lo que evito pasar mucho tiempo interactua­ndo en redes sociales y estar pendiente de los noticieros. Lo anterior, con el objetivo de no tener mucho conocimien­to de las cifras mortales del virus que tiene en crisis sanitaria a todo el mundo.

“Yo veía que los números aumentaban todos los días y siempre contaban casos de gente que se moría, hasta gente de mi edad veía yo que salían en los listados que me mandaba por WhatsApp. Entonces preferí estar lejos de todo eso para estar más fuerte mentalment­e y que mis pensamient­os no fueran negativos. Gracias a Dios pude superar la enfermedad y lo único malo fue después esperar la larga espera de la segunda prueba, pero es algo por lo que no quiero volver a pasar”, concluyó.

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