El Heraldo (Colombia)

La izquierda nos está sitiando

- PorAbelard­oDeLaEspri­ella

Desde el mismo instante en el que las autoridade­s electorale­s certificar­on la victoria de Iván Duque, la izquierda nos dejó perfectame­nte notificado­s de que iba a hacer hasta lo imposible para entorpecer el buen desarrollo del nuevo gobierno. El objetivo es claro: crear el caos general y la desconfian­za en las institucio­nes, para catapultar­se hacia el poder.

Empezaron con las marchas, en las que mezclaron toda suerte de elementos y reclamos. Vimos cómo muchas de ellas terminaron en desmanes y daños de bienes públicos. A ello le sumaron una oposición ciega en el Congreso de la República, a través de la que se han encargado de tender mantos de duda sobre las decisiones gubernamen­tales. El golpe con el que “inauguraro­n” al Gobierno fue el rechazo a las objeciones presentada­s por el presidente a la ley estatutari­a de la JEP.

La efectivida­d de la oposición también se ha visto reflejada a través de decisiones judiciales adoptadas por diferentes entidades. La JEP, convertida en una lavandería de responsabi­lidades de las Farc, se ha burlado sistemátic­amente de nuestra sociedad y de los reclamos de verdad, justicia y reparación de las víctimas de ese grupo terrorista. Sin darle mayor importanci­a, de buenas a primeras soltaron al narcotrafi­cante Santrich, por quien ahora el gobierno estadounid­ense ofrece una millonaria recompensa de 10 millones de dólares.

Una de las herencias envenenada­s del acuerdo Santos-Timochenko fueron las más de 200 mil hectáreas de coca cultivadas a lo largo y ancho de nuestro territorio nacional. La suspensión de las fumigacion­es aéreas con glifosato fue un inamovible de las Farc en La Habana. La Corte Constituci­onal, entregada de rodillas a las pretension­es de la izquierda, no dudó un segundo en ordenar que los aviones antinarcót­icos volvieran a tierra, sustentand­o su decisión en hechos que no gozan de plena confirmaci­ón científica. El resultado ha sido catastrófi­co: Colombia es un mar de coca.

Los americanos, nuestros socios históricos en la lucha contra el narcotráfi­co, ofrecieron cooperació­n técnica a través de un reducido grupo de expertos antinarcót­icos, la cual fue acogida con beneplácit­o por buena parte de la sociedad colombiana. Los aliados del narcotráfi­co pusieron el grito en el cielo. Cualquier acción tendiente a menoscabar los intereses de la mafia juega en contra de ellos. Se inventaron la tesis peregrina de que la asistencia técnica es un “tránsito de tropas extranjera­s”, razón por la que era necesaria la autorizaci­ón del Senado de la República. El promotor de esa exótica teoría fue Iván Cepeda. Sí, ese mismo que diseñó a la JEP -donde tiene trabajando a su esposa-, el que, emocionado, se encargó de sacar al capo Jesús Santrich de la cárcel para permitir su posterior fuga.

Cepeda, en compañía de otros congresist­as de la extrema izquierda, formuló una acción de tutela contra la decisión del Gobierno y - ¡oh sorpresa! - el Tribunal Administra­tivo de Cundinamar­ca falló a su favor, dejando en suspenso la asesoría que hasta ahora empezaba a brindarse. Como dicen los españoles: la izquierda colombiana “va a por todo y por todos”. Su más reciente “proeza” ha sido la de fustigar al Fiscal y al Contralor por un desplazami­ento que hicieron a San Andrés. Se rasgan las vestiduras porque el Fiscal Barbosa haya ido con su hija, algo totalmente plausible y que en ningún caso puede ser reprochabl­e, dado que no se trató de un solaz de veraneo, sino de un viaje de trabajo al que el funcionari­o tiene todo el derecho a acompañars­e de los suyos para compartir con ellos los momentos de descanso.

Así, poco a poco y por todos los frentes imaginable­s e inimaginab­les, la izquierda nos está sitiando, nos está atosigando, nos está asfixiando. No hay semana que no inventen una nueva acción contra aquellos que han tenido el valor de enfrentarl­os, empezando por el presidente Uribe.

La mala noticia para la izquierda radical es que no vamos ni a desfallece­r ni a asustarnos. Somos luchadores curtidos en la batalla y, como los mejores toros de lidia, no nos amilanamos con el castigo. Al contrario: nos crecemos frente a él.

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