Un mundo jamás imaginado
El mundo que estamos viviendo en estos tiempos, jamás lo imaginábamos dentro de nuestras expectativas, por tanto, no estábamos preparados para afrontar toda una serie de limitaciones y medidas que nos habrían de obligar a cambiar rutinas de vida y planes que aseguraban el discurrir de una convivencia sin sobresaltos ni preocupaciones.
Un mundo no imaginado nos acosa y nos somete a los rigores de una pandemia que se apodera de la incertidumbre de nuestra realidad, así mismo, cuando nos sorprende y nos asalta con penosas enfermedades que perturban y restan sueños de vida a un ser querido, cuando irrumpen aflictivos eventos que quebrantan nuestra imagen de futuro como ver orgullosamente crecer a nuestros hijos; observar el desarrollo de su potencial; palpar su capacidad física, moral e intelectual; conocer sus gustos y prioridades en la esencia de la vida; brindarles nuestra compañía y orientación en el cumplimiento de sus metas, porque los hijos, sin importar la edad, siempre queremos verlos crecer y progresar a nuestro lado.
Sin embargo, cuán honda es la melancolía cuando se trunca ese maravilloso derrotero imaginado y solo sentimos crecer el intenso vacío de no tenerlo entre nosotros, cuidándolo, protegiéndolo, guiándolo y amándolo; porque la vida solo le alcanzó para mostrar su amigable sencillez, para darse a querer y compartir una sonrisa, para no percibir a lo lejos el eco de la adversidad y una aciaga nota discordante interfiriera en la atractiva ilusión de su bello tiempo.
Hace catorce años, tristemente reconocía que no había palabras para describir ni explicar tanto dolor, menos aún para tratar de mitigarlo, porque nos sentíamos tan impotentes y compungidos que solo el silencio susurraba dentro de un espacio lúgubre y sin consuelo, apenas abrazado por el trance de la no aceptación y por la comprensiva y amorosa solidaridad.
Hoy, imaginamos la existencia de Gianrocco, con la fortaleza que con su infinita bondad nos da el Dios Todopoderoso, para mantener vivo en el tiempo los maravillosos momentos de vida con que solía impregnar de amor su noble y complaciente personalidad, para alivianar la carga infinita de la nostalgia; para vencer las notas que deprimen de ese incesante eco de desilusión, para conservar por siempre su rozagante imagen plasmada a través de un pensamiento puro y un sentimiento profundo de paz interior y de alivio espiritual. ROQUE FILOMENA