El Heraldo (Colombia)

Familiares narran los últimos momentos de sus seres queridos.

Madres, padres, hermanas y primos de los heridos en la tragedia de Tasajera llegaron a B/quilla con la esperanza de ver a sus seres queridos sanar.

- Por Camila Luque Rozo

La pared de la parte externa de la Clínica Reina Catalina, en Barranquil­la, se mantiene fría. Por eso, Cecilia Fernández Mejía se mantiene con la espalda pegada al muro, sentada sobre una delgada manta de color rosado y con las piernas cruzadas. Además, en la parte superior otro muro forma un techo de más o menos un metro, que le da algo de sombra y hace de ese lugar uno bastante apropiado para esperar noticias del estado de salud de su hermano, Gilberto Fernández Mejía, de 42 años.

Con ella esperan otras ocho personas. Aunque no vivían en el mismo barrio o se conocieran desde la infancia, todos se habían acomodado allí para aguardar juntos por la recuperaci­ón de sus familiares, quienes resultaron heridos este lunes por la explosión del camión de gasolina que se volcó en el kilómetro 47 de la vía Barranquil­la – Ciénaga, antes de llegar a Tasajera.

A siete de los heridos los trasladaro­n entre la tarde del lunes y la madrugada del martes al centro médico barranquil­lero desde el Hospital San Cristóbal, en Ciénaga (Magdalena). Con ellos fueron llegando sus dolientes, quienes ahora comparten la misma esperanza de verlos resurgir, literalmen­te, de las cenizas.

“No nos dejan entrar. Nos dan reportes vía telefónica y cuando necesitan que se firme alguna autorizaci­ón mandan a entrar a un familiar para que firme y salga enseguida. No los vemos, nunca”, contó Cecilia en nombre de sus compañeros. Recordó que, por lo menos, había logrado hablar con su hermano unos minutos antes de que lo intubaran en la Clínica Mar Caribe de Santa Marta, a donde Gilberto había llegado antes de pasar a la Reina Catalina. A esos minutos se aferraba.

Según contó Cecilia, su hermano Gilberto es el único “que cayó” que no es de Tasajera, sino del corregimie­nto de Palmira, donde se dedicaba a transporta­r a proveedore­s de camarón por la carretera Troncal del Caribe.

“Él había salido a hacer una carrera e iba pasando por el lugar. No estaba recogiendo gasolina, sino que paró un momento para ver el accidente y explotó. Ahí cayó”, relató.

Por eso, cuando se enteró del accidente, tuvo que salir de su casa corriendo para buscar a su hermano, a quien finalmente halló en el Hospital San Cristóbal.

Cecilia recibió con alivio la noticia de que su hermano no había inhalado el humo y tenía los pulmones limpios; sin embargo, le notificaro­n que uno de sus riñones ha empezado a fallar y el 90 % de la superficie corporal tiene quemaduras.

Con ella estaban los familiares de Belisario Samper Miranda, de 25 años; Luis Gutiérrez González, de 25; Anderson González Chaverra, de 18; Luis Alberto Gutiérrez Niebles, de 45; Kenis Gutiérrez Guerrero, de 26; y Jesús David Camacho, de 17, quienes también eran atendidos por las graves quemaduras que les dejó la explosión.

Mientras los familiares esperaban, sus teléfonos celulares no paraban de sonar. Llamadas de aliento y preocupaci­ón se combinaban con mensajes en redes sociales en los que juzgaban a las víctimas del accidente por estar en el lugar equivocado y en el momento equivocado y, según Cecilia, por tener hambre.

“Hay mucha gente inhumana que se ríe del mal ajeno, porque más que críticas han sido burlas”, lamentó la mujer. Aseguró que la situación en la que hoy está su familia y la de más de 60 heridos y fallecidos puede ser la de cualquier otra persona en algún momento. Por eso, pidió ayuda y empatía.

“Somos un municipio olvidado por los entes gubernamen­tales. Solo llegan a recoger votos y se van. Hemos estado muy abandonado­s y quizá este es el momento para que los gobernante­s cambien, se unan y miren más al pueblo”, pidió Cecilia.

MANTIENE LA ESPERANZA. En la Clínica Atenas de Barranquil­la, Clara Inés Díaz Ortiz llamaba a un familiar para saber cómo estaba su hermano menor, Adalberto (de 23 años), mientras esperaba razones de su hijo Luis Manuel Marín Díaz (de 17 años), ambos gravemente heridos en la explosión de este martes.

A diferencia de Cecilia, Clara no tuvo que buscar a su hermano ni a su hijo, pues al momento del accidente se encontraba en el San Cristóbal acompañand­o a su cuñada, quien estaba a punto de dar a luz.

“Yo llevaba tres días allá. Mi hermano llegó de repente pidiendo ayuda y lo reconocí por la voz, pues corría desnudo, completame­nte quemado. Salí porque me pedían bolsas de agua para echarle a los quemados y vi a mi pelaito que lo bajaban de una moto quemado”, relató Clara con la voz quebrada.

Su hijo resultó con quemaduras en brazos, piernas y espalda, pero para ella la esperanza de volverlo a ver sano se mantiene viva.

“Cuando lo traía en la ambulancia él me decía que no llorara, que tuviera fe en Dios de que él iba a salir de esto porque quería contar su testimonio. Yo sé que así va a ser”, dijo.

“Esto es muy horrible. Yo pido a todos que nos ayuden. Esto es muy grande y feo”, agregó Clara.

PRONóSTICO RESERVADO. A Barranquil­la llegaron 15 heridos por la tragedia en Tasajera. De estos, tres falleciero­n en la mañana de este martes y 12 siguen luchando por su vida en las clínicas Reina Catalina, Adelita de Char, General del Norte y Atenas.

De acuerdo con el secretario de Salud del Distrito, Humberto Mendoza, los heridos tienen entre el 40 y el 99 % de la superficie corporal comprometi­da, por lo que todos se encuentran en unidades de cuidados intensivos.

“El pronóstico reservado de los pacientes obedece a quemaduras de alta profundida­d de tercer grado y de alta extensión. Ellos están recibiendo atención multidisci­plinaria por una unidad de cuidado crítico, encabezada por intensivis­tas. En este caso, por el tipo de heridas, también están prestándol­es atención cirujanos plásticos de unidades de quemados especializ­adas”, explicó el secretario Mendoza.

Recordó que Barranquil­la es un centro de referencia en cuanto a unidades de quemados y que las institucio­nes que atienden a los heridos “hacen todos sus esfuerzos para brindar la mejor atención”.

CECILIA FERNáNDEZ Hermana de una víctima

“Él no estaba recogiendo gasolina, solo pasaba por ahí”.

CLARA DíAZ ORTIZ

Madre y hermana de dos de las víctimas “Vi a mi pelaito que lo bajaban de una moto todo quemado”.

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HANSEL VáSQUEZ Familiares de los heridos esperaban afuera de la Clínica General del Norte.
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Una mujer llegó a la Clínica Reina Catalina para donar implemento­s de aseo a los heridos y sus familias.
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