El Heraldo (Colombia)

Miseria digital

- Por Alfredo Sabbagh Fajardo

Pocas escenas tan pasmosas como las que dejó el pavoroso incendio que se desencaden­ó en las inmediacio­nes de Tasajera el pasado lunes luego del accidente de un camión cisterna. Las imágenes del momento preciso en que el vehículo explotaba, cercenando de un tajo casi una decena de vidas y dejando heridas a otras 50, se volvieron trending topic del cada vez más enfermizo afán voyerista que la era digital ha magnificad­o. Como buitres hambriento­s de carroña le damos reply o like en las redes sociales a todo lo que se tiñe de rojo o huele a morbo. El espectácul­o de la muerte ajena y distante atrapa en cualquier pantalla. Mientras no toque cerca, no importa, dicen con los ojos pegados al celular. Lo dicho: como los buitres.

Y si ese es el tipo de manejo descarnado que de la imagen y el hecho se hace en redes, peor aún es lo que queda si el ejercicio periodísti­co, que se supone basado en principios de pertinenci­a, relevancia, respeto por el hecho, las fuentes y la audiencia, hace uso indiscrimi­nado y errado de este tipo de registros. ¿Aportaba algo a la noticia el acompañarl­a con la imagen de un cadáver irreconoci­ble y humeante? ¿Se contaba mejor el hecho y los datos si se enfatizaba en la carne quemada y la piel desprendid­a de los heridos? ¿En qué contribuye ese uso “pornomisér­ico” de la situación a la efectivida­d de la historia? ¿Alguien pensó en las familias y allegados de esas personas? ¿Algún medio o periodista aún cree en pleno siglo XXI que el reconocimi­ento y prestigio profesiona­l se logra a punta de replicar en redes lo explícito de una tragedia? Si el periodismo está para servir y hacer mejor a una sociedad, ¿alguien de verdad se siente o se considera mejor persona porque vio los restos quemados de otra?

Con Tasajera pasa, como bien lo anotó el maestro de la crónica Alberto Salcedo Ramos cuando se refería a la masacre de El Salado, que “los habitantes de estos sitios pobres y apartados solo son visibles cuando padecen una tragedia. Mueren, luego existen”. De esta población pobre, olvidada, relegada, con sus necesidade­s básicas insatisfec­has desde tiempos inmemorabl­es, nos venimos a acordar ahora con mucho de fingida compasión. Muchos de los que transitan esa carretera con alguna frecuencia suben los vidrios y pasan rápido porque el paisaje les incomoda. A Tasajera se le veía, si es que se le veía, como una mancha en la ventana, como un rayón en el tablero. Ni siquiera por eso, y por un mínimo acto de considerac­ión, somos capaces de respetar su tragedia.

Ojalá nos sacudamos un poco de esta miseria digital en la que nos consumimos a diario para recobrar un poco la humanidad y el sentido. Ojalá todos esos que miraban con ceño fruncido y asombro fisgón las imágenes del accidente se atrevan a mirar con igual atención y mucho más respeto las realidades sociales a las que se enfrentan buena parte de los habitantes de la región. Ojalá y nunca más pase algo así, y ojalá nunca más nadie lo vuelva tuit.

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