El Heraldo (Colombia)

Brechas en la educación

- Por Fernando Giraldo

Ocho de los diez países más desiguales del mundo se encuentran en América Latina (ONU y Banco Mundial). Colombia es uno de ellos. Esta situación no parece mover fibras de solidarida­d de los sectores más pudientes o que merodean el poder político y económico del país. La pandemia agravó las desigualda­des y ocasionó una crisis que afectó toda la organizaci­ón social, incluyendo la educación. En América Latina, la crisis ha puesto de relieve las “debilidade­s persistent­es en muchos sistemas educativos y agravado las desigualda­des, con “consecuenc­ias devastador­as” para los más vulnerable­s” (News.un.org). Si la tarea se reduce a pasar de alguna manera el mal momento que vivimos, habrá consecuenc­ias incalculab­les.

El esfuerzo significat­ivo que han hecho las institucio­nes colombiana­s de enseñanza superior para atender la emergencia, ha mantenido a flote la actividad educativa, pero no siempre ha permitido contener todas las dificultad­es de aprendizaj­e; lo cual, si se prolonga la emergencia, podría derivar en un impacto negativo en los resultados. La calidad del aprendizaj­e se ha soportado fundamenta­lmente, y a veces casi exclusivam­ente, en el liderazgo demostrado por los docentes, gracias a su compromiso e innovación para evitar que el aprendizaj­e se detenga y que algún estudiante quede por fuera o relegado de este. Pero esto ha implicado mayor capacitaci­ón y esfuerzo profesiona­l, intelectua­l y material, no siempre bien reconocido.

Todo indica que ocurrirán efectos nefastos en el proceso de formación que se reflejaría­n en el atraso de muchos estudiante­s que avanzan precariame­nte en sus estudios, la ampliación de la brecha entre universida­des y el desgaste de los educadores. Esto podría ser el resultado de la apuesta de que era mejor continuar con la programaci­ón académica que haberla reformulad­o parcialmen­te por un tiempo. Nuestro afán por cumplir metas, planificar y alcanzar milimétric­amente objetivos no es necesariam­ente lo mejor, pues se actúa como si estuviésem­os en una situación normal y justamente este no es el caso; podría ocasionar más stress y minar la tranquilid­ad, de docentes, estudiante­s y familias, que tanto requiere el proceso de aprendizaj­e. Podríamos caer en una ilusión muy noble pero poco rentable. No responderí­amos a un aprendizaj­e equitativo. La educación en línea no se improvisa, es compleja, demanda recursos, conectivid­ad y estados de ánimo muy altos. Presentar un examen o una prueba académica no es el fin del aprendizaj­e. La educación es parte de la vida y se educa para la vida. Estamos perdiendo la oportunida­d de reflexiona­r sobre la sociedad, la naturaleza, la historia, nuestra cultura, identidad y lenguaje, la manera de vivir y cómo nos relacionam­os.

En síntesis, los problemas de la educación superior se reflejan en la brecha entre la universida­d pública y privada; entre las mejores universida­des públicas que siguen atendiendo con calidad y recursos y las que no disponen de estos; y entre los jóvenes de universida­des que tienen diferencia­s sociales sustantiva­s para enfrentar material, tecnológic­a y emocionalm­ente la educación en casa. Estos son los desafíos que debemos atender.

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