El Heraldo (Colombia)

Nostalgia de las viejas salas de cine

Pantallas gigantes y salas para cientos de personas en teatros mágicos son algunas de las nostalgias de estos recintos hoy en ruinas o desapareci­dos.

- Por Alejandro Rosales Mantilla @alejorosal­esm

El aroma a mazorca asada se sentía en la acera de enfrente. Desde allí se veía el largo de la fila, por lo general extensa, y se buscaban rostros conocidos que permitiera­n acercarse a la taquilla. Ir a cine en la Barranquil­la de antes era un ritual.

La película se llamaba Poltergeis­t II (1986) y todavía hoy me pregunto cómo hizo mi tío para que me permitiera­n entrar. Apenas tenía 10 años y la clasificac­ión era para mayores de 15.

En medio de la fila la gente conversaba, compraba golosinas, fumaban otros. Una vez adentro del Metro 1, calle 53 con carrera 52, donde hoy están levantadas las torres que llevan el mismo nombre, una inmensa pantalla estaba cubierta por un telón rojo, casi eclesiásti­co. Debajo de la pantalla una bajada ovalada cubierta con un tapete, como toda la sala, era usada por niños colados como yo que se deslizaban cual resbalader­o de parque.

Minutos antes de empezar el terrorífic­o filme, antes de que los alaridos apareciera­n o la tomadera de pelo, la sala bajaba la intensidad de su luz como alarma preventiva para volver a las sillas.

Sin duda ir a cine en estos tiempos, o al menos cuando la Covid-19 lo permitía, es un plan que cambió, sobre todo en lo sensorial.

Ya no están las decoracion­es opulentas que uno encontraba, por ejemplo, afuera del Teatro Capri cuando estrenaron la película de acción Cyborg, protagoniz­ada por Jean Claude Van Damme, y que usó un carro destartala­do afuera de la sala, como lo recuerda el administra­dor Iván Londoño.

Tampoco están los ‘ hombres espectácul­o’ que tocaban serenatas afuera del Cinerama 84 o el joven que literalmen­te se contorsion­aba hasta convertir su cuerpo en rueda, como lo rememora el abogado barranquil­lero Carlos Esmeral. Antes de la película, otras historias eran exhibidas frente a los visitantes.

Una vez adentro la magia del séptimo arte hacía lo suyo. Cientos de personas sentadas, como en la Barranquil­la de comienzos del siglo XX, se dejaban cautivar por el invento de los hermanos Lumière y su cinematógr­afo.

Como lo describió EL HERALDO en un reportaje, los teatros Cisneros (1914), Colombia (1922), Apolo (1930) y el Rex (1935) fueron los cuatro colosos del cine barranquil­lero. “Algunos de ellos resistiero­n el paso de los años, mutando en escenarios más modernos y con mejores instalacio­nes, pero otros terminaron siendo esqueletos en medio de una urbe moderna que los extraña y rememora sus vivencias dentro de sus concurrida­s salas”.

Antes, en 1897, se reprodujo la primera película en el salón Fraternida­d, un espacio que los masones tenían destinado para el baile. “Un samario, Ernesto Vico Morote, se convirtió —sin saberlo— en el pionero de la introducci­ón del cine en Barranquil­la, como lo cuenta José Nieto

Ibañez, experto en la historia del séptimo arte en la ciudad”.

LOS ESPACIOS. Para el escritor Carlos Polo la principal diferencia con las salas de hoy radica en los espacios. Los centros comerciale­s convirtier­on la vivencia del cine en algo mucho más pequeño, en cambio en las salas de cine de la otra época la experienci­a era más libre, precisamen­te por esos espacios, señala.

“Ni hablar de los cines de barrio, por ejemplo el teatro Las Palmas, los cines que estaban en Simón Bolívar, en Las Nieves, en Carrizal. Todas esas salas no tenían techo y era una cosa interesant­e porque veías una película bajo las estrellas y eso te daba una sensación de amplitud. Eran cines muchísimo más grandes y las pantallas extraordin­ariamente amplias. Yo creo que la pantalla del Mogador, calle 30 con carrera 26, era una de las más grandes de Latinoamér­ica. La experienci­a era más popular”, describe Polo.

Hoy, recalca, los cines venden una experienci­a más tecnificad­a, mejor pensada para invitar al consumo, a lo comercial. “Tal vez podría ser una experienci­a más íntima por lo reducida”.

CARTELES Y EXCLUSIVID­AD. El periodista, docente y cinéfilo Julio Lara cuenta que vivió muchos años en frente del antiguo Teatro Cinema, calle Murillo con carrera 44, hoy abandonado en esa esquina de Barranquil­la. Desde el balcón de su casa se enteraba de los estrenos de los filmes cada vez que cambiaban los inmensos carteles, que eran proporcion­ales a las dimensione­s de las pantallas de los teatros.

Con nostalgia recuerda sus visitas a los teatro ABC, Metro, Capri y Cinerama 84, entre otros.

“El plan era ir a cine y disfrutar de la película, que nada te distrajera, te concentrab­as en eso. El único respiro que ofrecían esas salas era cuando daban un espacio prudencial para que la gente fuera a la cafetería o al baño. Eso duraba entre 8 y 12 minutos, máximo 15. En ese tiempo, si salías, te dabas cuenta de que estabas compartien­do sala con personas con las que no te encontraba­s hace mucho tiempo. Realmente entrar a una sala muy amplia, algunas hasta con 700 butacas como la del Cinema, era compromete­dor para el que no fuera bien acompañado. Era un plan social masivo en el cual realmente te topabas con mucha gente. Ahora ni siquiera una sala múltiplex te ofrece eso por la misma construcci­ón arquitectó­nica del espacio”. Como Lara muchos barranquil­leros añoran esos días y muchos otros, de las nuevas generacion­es, se preguntan cómo era posible asistir a ver una película si no se está en un centro comercial que ofrece muchas más alternativ­as de consumo, y, en últimas, de entretenci­ón.

Como Lara, también extraño los tiempos en que una película la interrumpí­a la broma de un asistente y no la pantalla de celular del que no se puede resistir a revisar sus redes sociales. También se extrañan los aromas a golosinas, al cuero de las sillas y las crispetas, incluso los aplausos del público cuando Rocky Balboa vencía a sus oponentes.

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FOTOS EL HERALDO Y CORTESÍA ARCHIVO HISTÓRICO DEL ATLÁNTICO Los antiguos teatros Cinema 1 y 2, en la calle Murillo con carrera 44, son hoy una mole de cemento inútil.
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El teatro Colón fue inaugurado el 23 de octubre de 1947.
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El desapareci­do Teatro Capri quedaba en la carrera 43 con la calle 90.
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El Teatro Metro 1 y 2, calle 53 con carrera 52, era uno de los más visitados.
 ??  ?? En el ABC 1 y 2, calle 58 con cra. 54, hoy queda el Teatro José Consuegra.
En el ABC 1 y 2, calle 58 con cra. 54, hoy queda el Teatro José Consuegra.

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