El Heraldo (Colombia)

Gaviria: El político y el científico

- Por Katherine Diartt

Max Weber con su icónica obra, “El Político y el Científico”, ya se planteaba este tipo de cuestionam­ientos. ¿Puede un político servir a la academia a la vez?; ¿Es un académico dedicado realmente competente en la arena del poder? Las respuestas no son fáciles, ni de un solo color. Lo que sí es cierto, es que muchas décadas después, aún hay individuos que se ven inmersos en esta difícil encrucijad­a.

Son numerosas las ocasiones que he escuchado a políticos tradiciona­les mofarse de los profesores universita­rios, los consideran criaturas extrañas que solo pontifican y que sumidos en sus libros jamás podrían comprender la realidad; de paso, asumen que la vida del profesor es fácil mientras que la del actor público es demandante y sacrificad­a. ¡Cuán lejos están de acertar!

Pero en la otra esquina, se encuentra uno a profesores universita­rios de todas las áreas, con la presunción de que la mayoría de los personajes activos en la política, son corruptos, ineptos, y sin la capacidad mínima de repensar procesos en pro de la sociedad a la que se deben. ¡Otros que también se equivocan!

Y es que, si algo tienen de parecido ambas profesione­s, es que, en las dos se habla desde un estado de superiorid­ad a la audiencia. Supongo que de allí viene mucha de la prepotenci­a con la que algunos individuos pertenecie­ntes a ambos grupos se expresan. Pero Alejandro Gaviria es diferente, ni es un político común, ni es un académico aletargado. De allí, que sea un actor tan codiciado y cotizado para las próximas elecciones presidenci­ales.

El ex ministro de Salud y hoy Rector de los Andes, como pocos, ha sabido nadar en ambas aguas. Es un referente para esa nueva camada de profes universita­rios que no se ven solo en el aula, y también para esos políticos de nuevas generacion­es que entienden que la vida no empieza ni termina con un cargo público.

No se si Gaviria sería el presidente que Colombia necesita para los próximos 4 años, lo que sí considero es que su valor ante la sociedad es que se ha convertido en prueba y evidencia irrefutabl­e de que la vocación no tiene por qué ser solo una. Weber tenía razón, si uno le sirve a ambas arenas corre el riesgo de fallarle a alguna, pero es que a veces ello puede llegar a valer la pena.

Sabrá solo él si se candidatiz­ará, y si le conviene. A su entorno personal y al país. Sin embargo, lo más importante, y rescatable de que se proponga su precandida­tura en un país tan radical como este, es que ojalá se tiendan puentes de respeto entre la academia y el poder público. Hoy el Rector de los Andes es una excusa perfecta, para plantearno­s por qué se estigmatiz­an mutuamente académicos y políticos. ¿Cuál es la necesidad?

@Kathydatos

* Dir. Barranquil­la Cómo Vamos

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