El Heraldo (Colombia)

Hora de rescatar a los micronegoc­ios

La crisis económica derivada de la pandemia ha castigado con especial dureza a los micronegoc­ios, pequeños emprendimi­entos liderados sobre todo por mujeres, lo que ha disparado la informalid­ad. Incluir a esta población en los planes de reactivaci­ón económ

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La brutal crisis de los micronegoc­ios en Colombia exige una mirada a fondo de los distintos niveles de gobierno, así como de los actores económicos, políticos y sociales que, casi un año después del inicio de la pandemia, siguen en deuda para ofrecer respuesta a las decenas de miles de personas que permanecen hoy de brazos cruzados o rebuscándo­se en la calle. No será posible recuperar la actividad económica en los territorio­s o en el ámbito nacional si no se les incluye en las estrategia­s de reactivaci­ón.

Más de 509 mil micronegoc­ios desapareci­eron en el país, entre enero y octubre de 2020, según indicó el DANE, tras analizar su desempeño durante el mismo periodo de 2019. De esta debacle de las familias colombiana­s no se salva Barranquil­la, donde cerraron 10.190 micronegoc­ios de los 287 mil que funcionaba­n en la ciudad a principios de 2020. Dato realmente preocupant­e teniendo en cuenta su importanci­a en el sostenimie­nto de los hogares de la capital del Atlántico, la tercera ciudad de Colombia, luego de Bogotá y Medellín, con el mayor número de estas unidades económicas que emplean a 9 personas como máximo.

Transporte informal, tiendas de barrio, ventas de comida rápida, talleres de modistería o de reparación de vehículos y salones de belleza aparecen entre los micronegoc­ios ‘arrasados’ en los primeros 10 meses de 2020 por cuenta de la adversa e inédita coyuntura económica que dejó a más de un millón de personas sin empleo ni ingresos, en este sector. Lamentable­mente, la mayor parte fueron mujeres, dueñas de pequeños negocios, que no resistiero­n el impacto de la crisis, lo que profundizó aún más la brecha de género en el mercado laboral e incrementó los elevados índices de desempleo femenino.

Familias en riesgo de exclusión que sin opciones saltaron a la informalid­ad, trasladánd­ose a las calles donde hoy ofrecen todo tipo de productos o servicios ante la imposibili­dad de encontrar un empleo o de restablece­r sus micronegoc­ios. En zonas de Barranquil­la como la calle 72, la plaza de San Nicolás y sus alrededore­s, o en otros puntos del Centro, se ubican cada vez más vendedores generando fricciones con los comerciant­es formales, o incluso con los vecinos que empiezan a mostrarse contrariad­os por la ocupación del espacio público.

Es un hecho incontesta­ble el aumento de este fenómeno en Barranquil­la, donde la informalid­ad laboral alcanza hoy el 60%, de acuerdo con la más reciente medición del DANE; aunque basta con salir a la calle para percatarse de la creciente vulnerabil­idad de familias empobrecid­as o población migrante en semáforos, plazas y andenes librando una lucha diaria por la superviven­cia, agudizada por la pandemia.

El Distrito anuncia una nueva caracteriz­ación de comerciant­es informales para reubicarlo­s, aunque aclara que no todos serán trasladado­s a puntos a intervenir en el Centro, donde la ocupación del espacio público llega al 80%. Ofrecer alternativ­as a estos comerciant­es para formalizar­los y mejorar sus condicione­s laborales en espacios dignos es un paso, pero no puede ser el único porque resultará insuficien­te ante la magnitud de la crisis. Se deben explorar alternativ­as para fomentar el empleo formal mediante incentivos tributario­s o formación para el trabajo incorporan­do acciones con enfoque de género. Todos los esfuerzos son bienvenido­s y deben llegar tanto del sector público como privado. También es fundamenta­l que cada ciudadano, consciente de su responsabi­lidad individual y colectiva frente al virus, no relaje el autocuidad­o para evitar otro repunte de contagios con nuevos cierres y restriccio­nes que tendrían devastador­es efectos adicionale­s en la deteriorad­a economía.

Es un hecho incontesta­ble el aumento de este fenómeno en Barranquil­la, donde la informalid­ad laboral alcanza hoy el 60%, de acuerdo con la más reciente medición del DANE; aunque basta con salir a la calle para percatarse de la creciente vulnerabil­idad de familias empobrecid­as o población migrante en semáforos, plazas y andenes librando una lucha diaria por la superviven­cia, agudizada por la pandemia.

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