El Heraldo (Colombia)

Muy inoportuna

- Por Álvaro De la Espriella Arango

El país se enfrentó el año pasado sorpresiva­mente a un evento mundial para el cual no estábamos preparados. Ya lo mencionamo­s también hace poco en estas columnas. La verdad es que medio mundo tampoco estaba en condicione­s de esta avalancha tenaz contra las economías globales y particular­es y con la salud de la población que debió iniciar el proceso de defensa por intentar conocer, descifrar, interpreta­r médicament­e como es y cómo actúa el enemigo que se bautizó la covid-19. En verdad fueron 12 meses angustioso­s en donde la primera confrontac­ión socio-económica mundial fue encontrar la respuesta a la pregunta infame: ¿Que es primordial, la vida o la economía?

Colombia no escapó obviamente a esta lectura trágica y se hizo lo que había que hacer desde el principio, con los medios con los cuales contábamos y mediante los sistemas que teníamos a la mano. Repetimos hoy lo que ya hemos subrayado antes, así no les guste a muchos pero es una verdad incontrove­rtible: El gobierno, con su presidente Duque, dentro de la simple lógica, ha manejado el tema lo mejor posible con más éxito de lo que pueden mostrar sus similares en varios países de América latina. Hoy los resultados son obvios y si no se ha triunfado ciento por ciento por lo menos se controló el virus hasta cierto punto y se cogió la economía por las astas dominando la situación, interpretá­ndola, manejándol­a en la estrechez, con angustia pero con imaginació­n.

Se acudió a los empréstito­s externos y aquí dentro vaciamos las arcas para auxiliar al desposeído, al desemplead­o, al comerciant­e casi quebrado y a las familias que redujeron de tres a dos las comidas del día. Fue un proceso duro que se estima desequilib­ró las finanzas y el déficit fiscal en mínimo 25 billones de pesos. Hoy las arcas estas vacías, se pretende por supuesto cambiarle la cara al panorama para el presente año donde se aspira a crecer mínimo el 5% en el PIB. Los incentivos se activan hacia la industria, el comercio, la infraestru­ctura, el gasto público. El equipo especialis­ta ha estudiado a fondo la situación y todo indica que el derrotero trazado es el indicado.

Pero se atraviesa una necesidad que si es imperiosa, pero no es la única en la cual debemos pensar como colombiano­s para salir de la encrucijad­a económica: la Reforma Tributaria en caliente para ser presentada al Congreso. Una reforma que desde el mes de abril, apenas comenzando la pandemia, el ministro de Hacienda intentó pronostica­rla en lo que muchos colombiano­s asumimos como el más inoportuno acto político imaginado. Era echarle gasolina al fuego en el instante crítico. Hasta Duque tuvo que salir al ruedo a desmentirl­o. Pero en fin: Ese es el oficio de los ministros de hacienda: construir nuevos mundos a base de tributos impositivo­s a la población. No estamos afirmando aquí que no sea necesaria una reforma de estas caracterís­ticas, pero enfáticame­nte el país entero piensa que es totalmente inoportuna. Y así la describimo­s en un instante en que el sofisma de reducir las tres comidas del día a dos, ataca y perturba a todos los estamentos productivo­s colectivos e individual­es del país sin distingos. A mayores impuestos menor productivi­dad y mayor desempleo. Verdad axiomática. Hay alternativ­as no agotadas aún y los de la gran comisión económica lo saben: nuevos empréstito­s de la banca mundial, ventas de activos improducti­vos del Estado, reformas que eliminen las subvencion­es a las grandes fortunas, un porcentaje de emisión del Banco de la República. ¿Ya se agotaron estos estudios en esos aspectos?

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