Muy inoportuna
El país se enfrentó el año pasado sorpresivamente a un evento mundial para el cual no estábamos preparados. Ya lo mencionamos también hace poco en estas columnas. La verdad es que medio mundo tampoco estaba en condiciones de esta avalancha tenaz contra las economías globales y particulares y con la salud de la población que debió iniciar el proceso de defensa por intentar conocer, descifrar, interpretar médicamente como es y cómo actúa el enemigo que se bautizó la covid-19. En verdad fueron 12 meses angustiosos en donde la primera confrontación socio-económica mundial fue encontrar la respuesta a la pregunta infame: ¿Que es primordial, la vida o la economía?
Colombia no escapó obviamente a esta lectura trágica y se hizo lo que había que hacer desde el principio, con los medios con los cuales contábamos y mediante los sistemas que teníamos a la mano. Repetimos hoy lo que ya hemos subrayado antes, así no les guste a muchos pero es una verdad incontrovertible: El gobierno, con su presidente Duque, dentro de la simple lógica, ha manejado el tema lo mejor posible con más éxito de lo que pueden mostrar sus similares en varios países de América latina. Hoy los resultados son obvios y si no se ha triunfado ciento por ciento por lo menos se controló el virus hasta cierto punto y se cogió la economía por las astas dominando la situación, interpretándola, manejándola en la estrechez, con angustia pero con imaginación.
Se acudió a los empréstitos externos y aquí dentro vaciamos las arcas para auxiliar al desposeído, al desempleado, al comerciante casi quebrado y a las familias que redujeron de tres a dos las comidas del día. Fue un proceso duro que se estima desequilibró las finanzas y el déficit fiscal en mínimo 25 billones de pesos. Hoy las arcas estas vacías, se pretende por supuesto cambiarle la cara al panorama para el presente año donde se aspira a crecer mínimo el 5% en el PIB. Los incentivos se activan hacia la industria, el comercio, la infraestructura, el gasto público. El equipo especialista ha estudiado a fondo la situación y todo indica que el derrotero trazado es el indicado.
Pero se atraviesa una necesidad que si es imperiosa, pero no es la única en la cual debemos pensar como colombianos para salir de la encrucijada económica: la Reforma Tributaria en caliente para ser presentada al Congreso. Una reforma que desde el mes de abril, apenas comenzando la pandemia, el ministro de Hacienda intentó pronosticarla en lo que muchos colombianos asumimos como el más inoportuno acto político imaginado. Era echarle gasolina al fuego en el instante crítico. Hasta Duque tuvo que salir al ruedo a desmentirlo. Pero en fin: Ese es el oficio de los ministros de hacienda: construir nuevos mundos a base de tributos impositivos a la población. No estamos afirmando aquí que no sea necesaria una reforma de estas características, pero enfáticamente el país entero piensa que es totalmente inoportuna. Y así la describimos en un instante en que el sofisma de reducir las tres comidas del día a dos, ataca y perturba a todos los estamentos productivos colectivos e individuales del país sin distingos. A mayores impuestos menor productividad y mayor desempleo. Verdad axiomática. Hay alternativas no agotadas aún y los de la gran comisión económica lo saben: nuevos empréstitos de la banca mundial, ventas de activos improductivos del Estado, reformas que eliminen las subvenciones a las grandes fortunas, un porcentaje de emisión del Banco de la República. ¿Ya se agotaron estos estudios en esos aspectos?