El Heraldo (Colombia)

Familia árabe

- Por Tatiana Dangond A. @tatidangon­d

Mi abuelo se llamaba Gil Aguancha Jiménez, un hombre sumamente brillante, que además de ser de los mejores médicos de su generación, fue un gran lector, un gran escritor y político, siempre tuvo muy presente sus raíces familiares y los valores que estas conllevaba­n. Él, junto a su esposa, mi abuela María Cristina Baute Lora, construyer­on una familia amplísima, indisolubl­e y llena de amor, que con el pasar de los años se estableció como una unión sólida e invaluable.

Mi abuelo y mi tío abuelo Gabriel Aguancha Jiménez, siempre me contaban que el apellido no era Aguancha sino “Abu Amsha” curiosidad que con el tiempo creció en mí y derivó en el mejor encuentro de mi vida. Mi tío Gabriel en los últimos días de su vida me contó que nuestra familia era de Beit Jala, un pueblo de Palestina ubicado en Cisjordani­a. Me dijo “Busca a Naderem Abu Amsha, él sabe la historia completa”. Efectivame­nte lo busqué, lo encontré como presidente de la organizaci­ón de derechos humanos YMCA en Palestina y lo contacté. Me contó toda la historia familiar; Yabra Abu Amsha, el padre de mi abuelo había sido el primero en llegar a Colombia por Barranquil­la y se había casado con una colombiana. Yabra recibió una influencia directa de su tío, que por su bondad como sacerdote ortodoxo fue reconocido en Palestina como un santo, y por tanto, sepultado en la Iglesia St. Nicolás en Beit Jala.

Con esta curiosidad que cada vez crecía más en mí, sucedió un hecho de magia, trabajo y casualidad; al hermano menor de mi padre, Antonio José Dangond Culzat, lo nombraron agregado militar de la Embajada de Colombia en Israel y fui invitada por él y su familia a Tel Aviv. Aterricé en Israel en julio de 2019 y les manifesté que quería visitar la tierra de mi abuelo materno y conocer la historia de la familia.

Nader Abu Amsha estaba esperándom­e en el hotel de Beit Jala que había sido su colegio, al verme me abrazó, salieron lágrimas de ambos lados y supimos que la familia no tiene fronteras. Me llevó a conocer la iglesia St. Nicolás, me contó sobre la importanci­a que reviste para nuestra familia mantenerno­s unidos desde donde estemos. Conocí a la señora Abu amsha de mayor edad quien me recibió en su casona -muy al estilo de las casas barranquil­leras- una mujer que a sus cien años hablaba perfecto inglés y español.

Este viaje fue el sueño de mi abuelo, de sus hermanos y de toda la familia, y es para mí el momento en el que más he sentido pertenecer a una comunidad. Mi apellido y el de toda mi familia es Aguancha porque al llegar a Colombia lo nacionaliz­aron, pero a partir de hoy y en honor a nuestras raíces será Abu Amsha.

Este viaje y este escrito lo dedico a todas las familias palestinas y árabes que llegaron a estas tierras, hay mucho de nuestra historia y cultura que merece permanecer en el tiempo.

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