Auténticos héroes de guerra
Héroes son todos los que han salido a las calles a alzar su voz en contra de la mano infame de un gobierno sin brújula, sin timón, ni timonel. Héroe, ese calificativo que eleva la humanidad de una persona al servicio de la patria dejó de ser merecido hace tiempo por muchos de los integrantes de un cuerpo corrupto como el policial, en el que el respeto por la vida y la lucha por la protección y la seguridad de la sociedad parecen ser solo una utopía. A la fecha en que escribo esto se registran 37 personas asesinadas, 9 casos de violencia sexual, 87 desaparecidos, 18 víctimas de heridas oculares, 200 agresiones por la fuerza pública, y más de 1500 hechos violentos en el marco del paro nacional que comenzó el 28 de abril, día en que la protesta desató al monstruo de la guerra.
«Nadie podrá ser molestado a causa de sus opiniones. Toda persona tiene derecho a la libertad de expresión», reza el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos, el cual refleja las libertades recogidas en la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Según Indepaz, en lo que va de 2021 han sido 57 los líderes sociales y defensores de derechos humanos asesinados en Colombia, lo que, más allá de esbozar una escalofriante cifra, expresa la realidad que ha enfrentado desde siempre la nación colombiana que, gobernada por dirigentes sin empatía ni escrúpulos, históricamente ha sido apabullada, enmudecida y coartada.
Es tan doloroso ver cómo en tan pocos días jóvenes que entonaban arengas en pro de un futuro mejor, hayan sido despojados de lo único que tenían, su presente. En disturbios contra la fuerza pública (más bien bruta), decenas han muerto a bala, tal como muere quien se enlista en una milicia en la misión suicida, en esencia, de defender los derechos de su país, de su tierra, de su familia, en fin, de todos. Disparos en la cabeza, tiros en el pecho, sangre en el pavimento, heridas mortales de plomo, gases que producen mucho más que lágrimas… Ese es el coctel del miedo que el Gobierno, de por sí acorralado, hoy nos quiere hacer beber.
«¡Nos están matando!», han gritado horas antes de morir ellos, los verdaderos escuderos del país, auténticos héroes de guerra en un ‘campo de batalla’ que, al mejor estilo del Gobierno Duque, es injusto e inequitativo. Mientras los casos por disparos con arma de fuego ascienden a 110, esto dice el presidente: «Hay terrorismo urbano, financiado por las mafias del narcotráfico». En un país en el que no existen garantías para ejercer el derecho a la manifestación pacífica, resulta tan ridículo como facilista querer culpar a quien no es parte directa del problema en cuestión. En el penoso tiempo que vive Colombia, los victimarios más visibles han sido una policía autómata y un gobierno distante, lejano, que hasta no sentir el agua al cuello no fue capaz de echar atrás su propuesta de una reforma tributaria indolente, canalla. ¿Ya para qué?
Heraldos de la justicia y de la equidad social, eso son los hombres y mujeres que en sus voces han reconocido el poder que les otorga su naturaleza humana. Como dijo Voltaire, «es peligroso tener la razón cuando el gobierno está equivocado»… y qué equivocado está el nuestro.