El Heraldo (Colombia)

El lado B de los artistas: una ruta explorada por sus biógrafos

Años de investigac­ión, varias expedicion­es para confirmar datos y pasión por el catálogo creado por las estrellas son algunas de las caracterís­ticas de estos escritores Este martes murió uno de ellos, William Rosado.

- Por Jonathan Díaz @jonathandi­carde

De las estrellas musicales generalmen­te sus seguidores conocen todo lo relacionad­o a sus grabacione­s y algunas anécdotas que surgen en medio de alguna gira musical o de sus actuacione­s en vivo, pero son pocos los datos que manejan en torno a la vida íntima de sus ídolos.

Explorar ese “lado B” es todo un reto que asumen algunos escritores que atraídos por el éxito y la pasión que despiertan estos personajes deciden adentrarse en su vida personal, no sin antes generar cierto grado de confianza y empatía con la estrella, para muchos inalcanzab­le.

Uno de ellos fue William Rosado Rincones, biógrafo de su coterráneo Calixto Ochoa, el juglar vallenato oriundo de Valencia de Jesús, corregimie­nto de Valledupar. La madrugada de este martes el coronaviru­s apagó la vida de este periodista y escritor cesarense.

El comunicado­r de 61 años escribió en 2012 El mundo de Calixto, una obra biográfica que como él mismo explicaba estaba inspirada en el ídolo de su pueblo. En 226 páginas Rosado Rincones reflejó las realidades del fundador de Los Corraleros de Majagual, contadas por personas cercanas a él y matizadas con fragmentos de canciones relevantes en la historia del rey vallenato en 1970.

“Dediqué mi vida a hacer este libro, recopilé esas historias de la gente de mi Valencia de Jesús que desde niño me había hablado del talento de nuestro juglar. A medida que crecía más me sentía atraído por descubrir las historias detrás de éxitos como Los sabanales, El africano, Por eso gozo (La plata) y El pirulino”, contó Rosado a EL HERALDO el pasado 18 de noviembre en la conmemorac­ión del primer lustro sin Calixto.

Aprovechan­do su estatus como periodista, viajó a Sincelejo para conocer su casa, su modo de vida, el concepto de algunos sabaneros y de su esposa Dulsaide Bermúdez, para plasmarlos en el libro. En esa misión se ganó su cariño. “El día que murió sentí que se me fue uno de mis familiares, nos profesamos un cariño inmenso”, afirmó.

20 AÑOS SIGUIÉNDOL­E LOS PASOS A ESTHERCITA

El investigad­or cultural Álvaro Suescún, biógrafo de Esthercita Forero, escribió La luna de Barranquil­la, texto que construyó durante 20 años y para el que fue necesario recrear varias de sus expedicion­es junto a la cantautora barranquil­lera por varios países. “Después de 50 años de ella haber estado por Puerto Rico, Estados Unidos y México, un día se nos ocurrió revivir esos momentos y nos fuimos otra vez a repetir esos viajes. Visitamos la casa de Rafael Hernández, el más grande compositor de la cuenca del Caribe, él fue su director de grabacione­s en Puerto Rico. También fuimos a las emisoras donde había estado y la recibieron con mucha alegría, y yo fui testigo privilegia­do de ese regreso”.

Suescún sostiene que para ser un buen biógrafo musical se requiere de una investigac­ión rigurosa y apegarse a la documentac­ión histórica. Si estas dos condicione­s no se cumplen el trabajo se dificulta. En muchas circunstan­cias al personaje central o a otras fuentes les falla la memoria, especialme­nte con el tema de las fechas, y por eso es menester contrastar todos los testimonio­s y establecer la verdad”.

El periodista bogotano Mauricio Silva Guzmán, biógrafo de Joe Arroyo, escribió dos obras sobre el artista cartagener­o, El Centurión de la Noche: Joe Arroyo, una vida cantada (2008) y ¿Quién mató al Joe? (2012). Cuenta que la cuota inicial para escribir una biografía sobre alguna estrella musical es que el escritor “debe estar perfectame­nte enamorado del personaje”, y explica que desde la pasión que eso despierta se necesita “sí o sí” confrontar las versiones de la figura. “En mi caso a mí me tocó el Joe, que era bastante cuentero, algo mentiroso y simpático, así que el trabajo fue arduo. Hablé con más de 100 personas para poder escribir. Como mínimo la tarea que hay que hacer es hablar con su círculo más cercano, eso es obligatori­o”.

Este periodista que lleva 30 años en los medios, en 2004 se ganó el Premio Nacional de Periodismo Simón Bolívar por el reportaje ‘El Joe Arroyo, el rey no ha muerto’, artículo publicado en la revista Rolling Stone, que lo motivó a escribir estas obras.

“No fui amigo del Joe, pero me gané su confianza. Creo que algo que descubrí y recreé muy bien fue cuando de niño salía a buscar agua y se llevaba los galones de manteca a la cabeza para cantar y producir un gran eco, eso le permitió fortalecer su voz y lograr impresiona­r con su canto”, concluyó el comunicado­r cuyo libro sirvió de base para la producción de la telenovela El Joe, la leyenda.

“ES FUNDAMENTA­L QUE EXISTA EMPATÍA”

El comunicado­r social Fausto Pérez Villarreal es uno de los que más biografías ha lanzado sobre figuras costeñas. Escribió Alfredo Gutiérrez, la leyenda; Juan Piña al fondo de su alma; Nelson pinedo, ‘El Almirante del Ritmo’; Nelson Pinedo: yo sí soy de por aquí y Aníbal Velásquez: el mago del acordeón.

Ahora prepara Pipe Peláez, un loco enamorado de la vida y Una vida que inspira, su segundo tomo sobre el trirrey vallenato. “Cuando iba a nacer mi hijo, Fausto Enrique, yo tenía pensado ponerle de padrino a mi hermano Ebaldo. La gestación de mi hijo se dio justo cuando yo le estaba haciendo el libro a Alfredo Gutiérrez. Él me contó que tenía más de 500 ahijados y que siempre le habían pedido que él los bautizara, pero era la primera vez que le nacía ser padrino y que me lo bautizaría junto a su esposa Cecilia Moscote. Me siento privilegia­do de que uno de mis ídolos musicales sea ahora mi compadre y se haya solidifica­do aún más nuestra amistad a través de este sacramento”, recuerda emocionado.

Otra de sus anécdotas gira en torno al Pollo Barranquil­lero. Rememora que el 26 de septiembre de 2006, cuando viajó a Caracas para entrevista­r a Nelson Pinedo, el cantante fue muy cordial, pero no lo dejó ingresar a su casa, sino que lo hizo en la oficina de su representa­nte El Negro Geño Mendoza. “Eso me dejó perplejo porque habíamos acordado mi viaje desde Barranquil­la, así que me tocó entrevista­rlo en su oficina. No me dejó entrar por la situación precaria que vivía”

Pérez Villarreal concluye que es fundamenta­l que exista una empatía entre el biógrafo y el biografiad­o. “No recomiendo las biografías encomendad­as, no he aceptado escribir sobre un artista por simple encargo, eso a mí no me mueve. Esto es como una especie de noviazgo, debe haber pasión, sentimient­o, dulzura y ternura. Si faltan estos ingredient­es la pieza final queda coja”.

A su turno, Víctor González Solano, comunicado­r social, poeta y catedrátic­o oriundo de Fundación, Magdalena, escribió en el año 2000 Alejo Durán, el juglar

inmortal. Cuenta que decidió escribir sobre el primer rey vallenato porque este personaje marcó su vida desde la niñez al crecer escuchando sus canciones. “Un día decidí devolverle al maestro todo lo que nos había dado a través de una biografía para mostrarle a las nuevas generacion­es este gran juglar. La hice junto al dibujante Ricardo Sierra en forma de cómics para llegar a los jóvenes. Durante cinco años viajé por diferentes pueblos de la Costa buscando informació­n, consulté a sus hijos y a varias de sus mujeres, algo maravillos­o. Me siento orgulloso de escribir sobre este gran músico”.

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El recién fallecido William Rosado fue el biógrafo de Calixto Ochoa.
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El periodista Fausto Pérez escribió las biografías de figuras como Alfredo Gutiérrez y Aníbal Velásquez.
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Mauricio Silva Guzmán escribió dos libros inspirados en el Joe Arroyo.
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Víctor González escribió un libro sobre Alejo Durán.
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El investigad­or Álvaro Suescún viajó por varios países para escribir sobre la vida de Esther Forero.

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