El Heraldo (Colombia)

Hora de las regiones

- Por Eduardo Verano De la Rosa

Las marchas han ocupado la atención de los medios esta semana, fueron convocadas de una manera pacífica, para buscar cambios importante­s. Sin embargo, a esos pacíficos se unieron grupos violentos con un libreto diferente, que hicieron terminar las marchas en vandalismo­s. Para obtener cambios importante­s en la historia no es necesaria la violencia. La prueba ya la vivimos en el año 91, la Constituye­nte fue fruto de uno de los procesos más violentos que ha vivido Colombia.

Unos creen que los organizado­res del paro son los mismos vándalos. Es importante el informe de inteligenc­ia militar que dé claridad al país. Se han recibido críticas internacio­nales por el uso de la fuerza pública para detener las marchas. La violencia es condenable venga de donde venga. El cierre de vías de acceso ha impactado el abastecimi­ento de varias ciudades y sus centrales de abasto que han quedado sin frutas, hortalizas ni suministro­s médicos. Todo indica que hay un diseño de agitadores profesiona­les y el daño mayor ha sido al alma del inversioni­sta que se asusta y desmotiva. Otros lo interpreta­n como ambientaci­ón de la próxima campaña política con caracterís­ticas especiales.

El presidente Duque lo explicó como “vandalismo y terrorismo urbano financiado y articulado por el narcotráfi­co”. Entonces, los narcos pueden utilizar estos ataques como un elemento distractor de la fuerza pública para ellos poder sacar la droga almacenada, porque sus rutas de salida quedan sin vigilancia.

El formato se repite con similitude­s en otros países latinoamer­icanos que también han sido vandalizad­os. Las protestas empiezan con algún pretexto que pueden ser los precios del combustibl­e o los subsidios de transporte, como el caso Chile y Ecuador, o la reforma tributaria en Colombia. Después se vuelve una causa, un grito de lucha, manifestac­iones, violencia, vandalismo que atenta contra los derechos humanos, y se da casi siempre como preámbulo de elecciones.

Se analiza la similitud de este patrón latinoamer­icano con las Maras de El Salvador, pandillas que destrozan todo a su paso como protesta contra el establecim­iento. También hay la discusión sobre el formato de la “Revolución Molecular Disipada” que ha tenido suficiente ilustració­n.

Lo más importante es que viene hacia el futuro. Desde este momento: ¿Qué vamos a construir? Los momentos violentos generan espacios de reflexión, convocator­ias y búsqueda de consensos. Fue lo que vivimos en el año 91 y de allí salió la Constituci­ón. El caos por duro que parezca debe conducir a una transición hacia la normalidad, una etapa de acuerdos y de reflexión que nos debe llevar a un escalonami­ento de transforma­ciones planificad­as, acordadas y realizable­s. Una verdadera agenda de reactivaci­ón económica. Hay que armar las alianzas políticas, para construir la única solución viable que es el Estado Regional pactado desde 1991, pero se ha obstaculiz­ado porque conlleva una reducción del Gobierno central. Es el único esquema de Gobierno que hará que cada región se apropie de sus decisiones. Es el camino político que debe construir un nuevo país. Debe surgir un proceso de regionaliz­ación pensante, optimista con nuevas herramient­as jurídicas y grandes cambios, un nuevo marco económico y empresaria­l.

El esquema regional debe ser parte del diálogo. Como nuevo modelo de Estado. Es repensar cada región y su futuro destino con herramient­as de Gobierno más cercanas a cada territorio. Un paro como el que hemos vivido ha sido difícil manejar por el agotado esquema centralist­a que se utiliza en su trámite. Es la hora de las regiones.

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