El Heraldo (Colombia)

El huésped

- Por Fabrina Acosta

No se puede hacer nada para cambiar lo que ya pasó, pero sí se puede hacer mucho para cambiar lo que viene.

Pasamos la vida acumulando cargas, modas, estereotip­os, malos hábitos y sin darnoscuen­ta nos alejamos de lo fundamenta­l – del sí mismo – de quienes somos, del valor del tiempo, del amor propio, de contemplar la naturaleza, lo cual va acumulando sedimentos espiritual­es, amarguras o frustracio­nes que se traducen en enfermedad­es, porque el cuerpo habla y si no lo escuchamos grita, todo nos da señales, aunque no sepamos leerlas o el afán nos distraiga.

Esta columna se titula el huésped porque hace unos días coincidí en la sala de espera para mis chequeos médicos con personas que están batallando con un huésped llamado cáncer, lo llamo huésped porque uno debe recibirlo con amor y paz aunque genere exigencias, no se va a quedar toda la vida, ni debería acabar con la vida de nadie, dado que un huésped llega por un tiempo y se va, dejando enseñanzas y experienci­as poderosas que si estamos con los sentidos agudizados hacemos conscienci­a del valor de esos momentos, de lo contrario no es un huésped sino que se convierte en habitante, de esos habitantes llamados metástasis, sufrimient­o o muerte.

Ahí recordé la resistenci­a que he tenido a estar cerca de las personas que la enfermedad les hace ver frágiles y disminuido­s al padecimien­to, así como vi a mi padre cuando yo apenas tenía 12 años, consumiénd­ose físicament­e aunque con las ganas de vivir encendidas por un huésped llamado tumor de páncreas, yo veía en mi familia un dolor profundo combinado con impotencia - ¿Es que no merecíamos un milagro que lo levantara de ahí sin huésped a bordo? – tantas preguntas para pocas respuestas, como decía Jairo Aníbal Niño: “Me gustan las preguntas porque las respuestas me engañan”.

Ahí en esa sala de espera, experiment­é varios viajes emocionale­s y confirmé que el ahora es todo lo que tenemos, que el autocuidad­o es fundamenta­l, saber respirar, danzar, meditar, alimentarn­os naturalmen­te, deleitar cada momento como único, amar libremente y hacer de cada día un acto de gratitud por el milagro de estar vivas o vivos.

Solo puedo decir que no hace falta tener un huésped (tumor) para valorar la existencia y tú que lees esto, ten presente algo “Cuando cambias el modo en que ves las cosas, las cosas que ves cambian también”

De repente les extrañará que mis reflexione­s no tengan que ver con la situación de Colombia, con el feminismo, los logros de las mujeres, lo derechos humanos o la transforma­ción social, hoy las letras van cargadas de reflexión esperanzad­a, de respiració­n profunda y de resilienci­a abrazada con optimismo, como diría mi amigo Adrián Ibarra Ustariz “Vamos mal, pero esto se compone” yo lo parafraseo “estamos en sacudida existencia­l y valdrá la pena si esto se compone”, para afuera a los huéspedes que distancian de la vida y la salud, porque lo que sobra como en el caso de los tumores se bota, se extrae, se despide, como dice la maestra Eliana Melo “Eso no pertenece ahí y nada tiene que estar haciendo ahí, se va y se va dejando limpieza y amor”.

Hasta pronto huéspedes que no merecen ser habitantes, un especial reconocimi­ento a quienes han luchado contra alguna enfermedad, a quienes se han ido como mi amada amiga Isabel López y a quienes se han quedado en este viaje terrenal y honran el título de sobrevivie­ntes como mi amiga Diandra Iguarán Guerra.

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