El Heraldo (Colombia)

Que nadie se relaje ante el virus

Barranquil­la y los municipios del Atlántico flexibiliz­an sus medidas restrictiv­as tras la mejora de sus indicadore­s epidemioló­gicos. Sin embargo, los ciudadanos deben recordar que aún se transita por el tercer brote, y que la meta es evitar, a toda costa,

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La flexibiliz­ación de las restriccio­nes a la movilidad e interacció­n social en Barranquil­la y municipios del Atlántico, a partir del próximo viernes 14 de mayo, no nos puede hacer olvidar que aún estamos inmersos en el tercer brote de la pandemia y que existen riesgos evidentes ante un virus impredecib­le frente al que no se puede bajar la guardia. Mantener las normas básicas de prevención sigue siendo un imperativo categórico para toda la población llamada a actuar con responsabi­lidad, si no se quiere volver a retroceder en esta emergencia sanitaria en la que aún estamos lejos de alcanzar la tan anhelada inmunidad colectiva.

Luego de nueve semanas del inicio del tercer pico en Barranquil­la, los indicadore­s de la covid-19 nos dan un respiro que nadie debería considerar aún como una victoria absoluta, aunque hay razones para ser optimistas. Entre esas, la reducción de la positivida­d en 16 puntos porcentual­es entre la segunda semana de abril y la segunda de mayo, una ligera disminució­n de la ocupación de ucis, hoy en 83 %, y la aplicación de cerca de 250 mil dosis de vacunas al talento humano en salud y adultos mayores, de los cuales 87 mil personas ya cuentan con el esquema completo.

Este tercer brote que se configuró con el paso de los días como una ‘tormenta perfecta’ por la demanda simultánea de atención especializ­ada por pacientes procedente­s de Magdalena, La Guajira, Córdoba, Sucre, municipios del Atlántico y, por supuesto, Barranquil­la, estuvo a punto de hacer sucumbir la red hospitalar­ia de la ciudad durante sus momentos más críticos, como los días 8, 9 y 10 de abril, cuando solo en la capital del departamen­to se contabiliz­aron más de 6.420 casos, lo que disparó la hospitaliz­ación a 28 %, el registro más elevado a lo largo de la pandemia. A pesar de la ampliación del sistema de salud a su máxima capacidad, en este mes extremadam­ente complejo que puso contra las cuerdas a los imbatibles profesiona­les sanitarios de clínicas y hospitales de Barranquil­la, por primera vez vimos colgados en las entradas de los centros asistencia­les demoledore­s avisos de “no hay cupo”, en los que reconocían la saturación de sus servicios por la incesante demanda de pacientes covid.

La situación resultaba tan extrema que la positivida­d que alcanzó 36 % en la cresta de la ola –la más alta desde el devastador primer pico de junio y julio de 2020 cuando se situó en el histórico 45 %– se resistía a ceder a pesar de las exigentes medidas restrictiv­as que obligaron al confinamie­nto total de la población durante varios fines de semana consecutiv­os. El deja vú de una vida sometida otra vez a encierros obligatori­os para contener el virus y salvaguard­ar la salud con sus implacable­s consecuenc­ias en el bienestar sicológico de las personas. Capítulo aparte merece la fortísima afectación que este necesario esfuerzo ha causado en la reactivaci­ón del aparato productivo de la ciudad, otra vez ralentizad­a por el embate del tercer pico. Por no hablar del impacto entre los pequeños negocios informales de los distintos sectores.

Aunque aún nos encontramo­s lejos de recuperar la normalidad definitiva, todo sacrificio tiene su recompensa. Con la reducción de los horarios del toque de queda y ley seca, el levantamie­nto del pico y cédula, el retorno de la alternanci­a en colegios y la apertura de playas, Barranquil­la y los municipios del Atlántico arrancan una nueva etapa que constituye un alivio para la ciudadanía, y una esperanza para los establecim­ientos comerciale­s y gastronómi­cos del departamen­to. Mientras terminamos de doblegar este prolongado brote, cuidarse de los excesos es lo más prudente, asumiendo con responsabi­lidad nuestros actos. Luego de 14 meses y tres ruinosos picos, la pandemia nos ha dejado dolorosas enseñanzas que no se deberían pasar por alto para evitar repetir los mismos errores. Que nadie insista en desconocer el peligro de relajarse más de la cuenta, y más bien acompañemo­s con renovado compromiso la vacunación de nuestros mayores, el personal de salud que aún resta y los grupos de riesgo contemplad­os en la tercera etapa para que acudan a aplicarse sin falta sus segundas dosis.

Mantener las normas básicas de prevención sigue siendo un imperativo categórico para toda la población llamada a actuar con responsabi­lidad, si no se quiere volver a retroceder en esta emergencia sanitaria en la que aún estamos lejos de alcanzar la tan anhelada inmunidad colectiva.

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