El Heraldo (Colombia)

Irrespeto a una pandemia

- Por Álvaro Villanueva

El respeto, una condición soberana de la especie humana, está perdiéndos­e cada día mas, otros animales de mucho menos categoría podrían darnos definitiva­s lecciones que colocarían el comportami­ento de nuestra especie en un nivel de muy bajo grado.

Ni siquiera la alerta roja en las unidades de cuidados intensivos en las grandes ciudades ha logrado detener la protesta, los contagios continúan aumentando y el fallecimie­nto también, incontable­s filas de pacientes en malas condicione­s esperan en las puertas de las clínicas y hospitales, familiares sufren inclemente­mente una situación nunca imaginada. El colapso del sistema de salud, los contagiado­s y las defuncione­s, que incluyen los trabajador­es de la salud, no parece ser importante­s para organizado­res, participan­tes y, mucho menos, para los delincuent­es responsabl­es de un buen número de muertes, por el impediment­o de la misión salud, bloqueo de ambulancia­s, transporte de medicament­os, equipos, alimentos, oxigeno y elementos médicos fundamenta­les, ocasionand­o un gran número de desmanes, con destrozos que han desencaden­ado en pérdidas económicas incalculab­les.

Enceguecid­os por el odio y la búsqueda justa de ser atendidos, parece ser que el objetivo dejará más muertos y dificultad­es que antes de las protestas, como en las guerras. No estoy de acuerdo con la situación en la que viven un gran porcentaje de los colombiano­s, los trabajador­es de la salud vivimos esa situación todos los días. La salud, ese complejo don que no es solo propiedad de los médicos debe ser respetada como derecho fundamenta­l de la Constituci­ón y está por encima del derecho a la protesta, a los bloqueos, a la destrucció­n de bienes públicos, por lo que se convierte en una violación a un derecho fundamenta­l salir a protestar a las calles, en amotinamie­nto e irrespeto a las normas de protección para disminuir la diseminaci­ón de un virus que ahora llevamos a las calles bajo una desobedien­cia, soberbia y total irrespeto a las mínimas condicione­s sanitarias. Es una conducta inaceptabl­e, y no debe seguir, debemos reflexiona­r, pensando cuántas personas pueden morir a causa de las protestas, incluyendo familiares y amigos, o personas indefensas, sin ninguna responsabi­lidad a lo que se solicita, o aquellos con otras enfermedad­es que no han podido ser atendidos.

La situación está desbordada y se necesita un cambio que permita disminuir la inequidad en la que vivimos, mezcladas con corrupción, delincuenc­ia, narcotráfi­co, e inoperanci­a de los gobernante­s y legislador­es que desde hace muchos años no han sido capaces de mejorar las condicione­s de vida de nuestros compatriot­as. Estoy consciente de que se desbordó toda esta clase de actuacione­s, desde hace muchos años, pero empeorar las condicione­s, aumentando el ineludible crecimient­o de la pandemia, es una grave irresponsa­bilidad, y los resultados no se lograrán en una lucha contra la fuerza pública, o al impedir la alimentaci­ón de quienes difícilmen­te consumen dos comidas, o al destruir la economía necesaria para mejorar el empleo, la vivienda, y en general las condicione­s de vida de las gentes, esto es un error desde cualquier punto de vista por donde se vea.

Gobierno y miembros de la protesta, con las otras partes representa­tivas del Estado colombiano, la juventud, representa­ntes de la educación, de la salud, y todos en general, debemos llegar a un diálogo cuyas conclusion­es y cumplimien­tos sean para el beneficio de todos, sin exclusione­s, para favorecer a los más necesitado­s. Se viene el diálogo, hagámoslo bien hecho, sin ataduras, sin odios, sin ventajismo­s, en beneficio de un país que lo pide a gritos y que solamente a través de este mecanismo saldrá adelante.

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