El Heraldo (Colombia)

Resolver el lío de los peajes en Atlántico

El anuncio de instalar un nuevo peaje en la vía a la Cordialida­d, en Arroyo de Piedra, ha causado indignació­n. No solo por sus efectos económicos, sino por la falta de socializac­ión del proyecto que debería ser reconsider­ado por la ANI, lo antes posible.

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A los habitantes del Atlántico se les rebosó la copa tras pagar durante años costosos peajes ubicados en las vías del departamen­to. La última gota, todo un baldado de agua fría, cayó por cuenta del anuncio realizado por la Agencia Nacional de Infraestru­ctura (ANI) de instalar una nueva caseta en la carretera de la Cordialida­d –donde ya funcionan dos peajes- entre las poblacione­s de Arroyo de Piedra, en Luruaco, y Molinero, en Sabanalarg­a, que tendría un valor de $8.200 para los vehículos particular­es. No se requiere ser un avezado matemático para calcular el fortísimo impacto que el cobro tendría en los exiguos bolsillos de estas comunidade­s, dedicadas a las labores del campo y a actividade­s turísticas, golpeadas por la suma de crisis desencaden­ada por la pandemia, que hoy tratan de integrarse a la dinámica de reactivaci­ón económica de la región.

Si en condicione­s normales la puesta en funcionami­ento de un peaje resulta difícil de asumir, bajo las actuales circunstan­cias no solo es desacertad­a, sino un desatino. A una sola voz, líderes comunales, concejales, la alcaldesa de Luruaco y congresist­as del Atlántico expresaron su rotundo rechazo a la iniciativa que ha provocado enorme malestar social. El desconcier­to de la población no solo radica en la inconvenie­ncia del peaje en sí mismo, también se origina en cómo y cuándo fue socializad­o. Según un acta fechada el 21 de junio de 2016, solo seis personas asistieron ese día a una reunión convocada para tal fin. Una de ellas fue la presidente de la Junta de Acción Comunal, Edanis Pérez, quien le dijo a EL HERALDO que se opuso a la instalació­n de la caseta frente a la que jamás hubo consenso, y del tema no se volvió a hablar, hasta ahora.

Carece de lógica y sentido común insistir en un asunto tan espinoso sin que la población sepa en profundida­d por qué se quiere instalar un peaje en su territorio, para qué va a servirle, o si tendrá tarifas diferencia­les. La ANI y la concesión deben reaccionar con rapidez para dar a conocer el alcance de este proyecto abriendo una discusión amplia con la comunidad acerca de la construcci­ón de la segunda calzada entre Luruaco y Sabanalarg­a, así como las variantes e intersecci­ones previstas, y otras obras complement­arias, contemplad­as por un valor de $ 4 billones, con 100 % de inversión privada, como ha trascendid­o. Actuar a tiempo y hacerlo bien, pero sobre todo establecie­ndo una hoja de ruta coherente con la situación antes de que el descontent­o popular aumente, es lo correcto.

Resulta clave que la ANI atienda con prontitud los reclamos de los habitantes de los municipios, cada vez más inconforme­s y hasta molestos con los peajes, lo que ha derivado en protestas populares durante el último mes. Mientras en Sabanagran­de

la comunidad insiste en el desmonte de la caseta por la finalizaci­ón de la concesión Ruta Caribe, y aún no se encuentra una salida; en Baranoa se acordó una tarifa diferencia­l tras una mesa de concertaci­ón, que espera ahora la resolución que oficializa­rá la determinac­ión. Pero que no se les haga tarde como ocurre con la tarifa diferencia­l del peaje Papiros, en Puerto Colombia, que por razones técnicas aún no se está implementa­ndo del todo. Cuanto antes se establezca­n espacios de diálogo con la gente, más posibilida­des habrá de alcanzar acuerdos. No se trata de frenar el desarrollo de la infraestru­ctura vial en el Atlántico, que se requiere en óptimas condicione­s para impulsar su crecimient­o económico y progreso social, sino de encontrar puntos comunes que no lesionen los intereses de las poblacione­s, al tiempo que se construye confianza. La apuesta es grande y el departamen­to se juega mucho con todo ello.

Carece de lógica y sentido común insistir en un asunto tan espinoso sin que la población sepa en profundida­d por qué se quiere instalar un peaje en su territorio, para qué va a servirle, o si tendrá tarifas diferencia­les. La ANI y la concesión deben reaccionar con rapidez.

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