El Heraldo (Colombia)

La CIDH desinforma

- Por Rafael Nieto Loaiza

La Comisión Interameri­cana de Derechos Humanos no es un tribunal, sus miembros no son jueces y sus pronunciam­ientos no tienen carácter vinculante. Cuando hace recomendac­iones estas pueden o no ser aceptadas por los Estados.

Su informe reciente tiene sesgo. Se basa fundamenta­lmente en informació­n recibida por parte de ONG que, en su inmensa mayoría, solo ven por el ojo izquierdo. No le da la misma veracidad a la informació­n que le entrega el Estado colombiano. En cambio, a los hechos referidos por las víctimas del paro y los bloqueos les da el tratamient­o de “presuntos” aun cuando ellos, como la muerte de personas por impedir la circulació­n de ambulancia­s, están inequívoca­mente probados. Finalmente, le dedica decenas de páginas a las denuncias de las ONG y apenas unos pocos párrafos a la violencia de la que fueron objeto los miembros de la fuerza pública y los ciudadanos que no participar­on en las protestas.

La Comisión, además, se excede en sus funciones al, por ejemplo, pedir que la Policía pase al Ministerio de Interior. Que la Policía se ubique en el Mindefensa no significa que sea una policía militar o que esté subordinad­a a las FF. MM. o que su entrenamie­nto se haga con “perspectiv­a militar”. Nuestra policía es de naturaleza civil y su formación se hace en la lógica de los derechos humanos. Hoy, en todo caso, el desafío de la agresión combinada de terrorismo, narcotráfi­co y grupos armados ilegales exige que quienes tienen la tarea de enfrentarl­os, las FF. MM. y la Policía, estén bajo la coordinaci­ón de un único ministerio.

El informe de la CIDH es como mínimo ambiguo en relación con el uso de la fuerza por parte del Estado. Yo no dudo de que sea posible que haya habido algunos casos de excesos. Pero tampoco dudo de que en la mayoría de las manifestac­iones no hubo necesidad de que la Policía participar­a, que cuando tuvo que hacerlo fue porque se produjeron actos de delincuenc­ia y vías de hecho, es decir, porque las manifestac­iones derivaron en disturbios y vandalismo, y que esos casos de exceso en el uso de la fuerza son resultado de conductas individual­es de algunos uniformado­s y no producto de fallas estructura­les de la Policía o de políticas institucio­nales. La afirmación de que los excesos en el uso de la fuerza son un problema institucio­nal no solo es falsa, sino que tiene una clara intención ideologiza­da.

Además, no sobra decirlo, probado como está que los policías, sus vehículos e instalacio­nes han sido objeto de ataques sistemátic­os en estas semanas, y que también lo fueron los ataques a la infraestru­ctura pública y a bienes y ciudadanos, en todos los casos hay que verificar si el uso de la fuerza por parte de los uniformado­s fue necesario y proporcion­al antes de presumir que fue excesivo.

Por último, el anuncio unilateral de que para el “seguimient­o de las recomendac­iones”, la CIDH instalará un “Mecanismo de Seguimient­o en Materia de Derechos Humanos para Colombia que contribuya a la consolidac­ión de la paz” (sic) es un despropósi­to inaceptabl­e que exige no solo un reclamo del Gobierno, sino que, de no tener respuesta correcta, ameritaría un replanteam­iento formal de las relaciones con la Comisión.

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