El regreso de los niños y la cultura de la danza en Alameda del Río
Para que la escuchen mejor, Karen Torres Ledesma utiliza un parlante inalámbrico y un micrófono. Niños sentados con un “hula hula” a su alrededor cantan y ríen a la espera de que su profesora les indique que se levanten a bailar. Muchos de ellos son muy pequeños, pero igualmente le hacen caso.
La mujer oriunda de El Bagre, Antioquia, tiene 32 años y llegó a Barranquilla cuando tenía 4. Lo hizo como desplazada y víctima de la violencia que se vivía en su municipio. Pese a las condiciones en las que arribó a la capital del Atlántico, afirma que haberse marchado de su lugar de origen fue una “bendición”. “Prácticamente soy barranquillera, porque cuando yo tenía cuatro años mis papás se vieron obligados a llegar a Barranquilla gracias al conflicto armado. Digo gracias porque llegar a esta ciudad ha sido una bendición para mi vida, encontré un lugar lleno de cultura que me abrió las puertas y en medio de tanto dolor por el desplazamiento la cultura siempre estuvo a mi lado”. Hoy vive del baile. Su mentora, Mónica Lindo, significa mucho en su vida y por eso estudia Danza en la Universidad del Atlántico, mientras se sustenta económicamente de la enseñanza del arte a los niños en el barrio donde reside, Alameda del Río. “Yo a la cultura le debo todo, gracias a esta conseguí un nuevo hogar, tengo casa propia aquí en Alameda, y una escuela de danza en los parques del sector que ha tenido muy buena acogida y que ha llegado a traer alegría y unión”.