El Heraldo (Colombia)

Se cumplen 35 años de la visita de un santo

La ceremonia se realizó en el Teatrino de la Plaza de la Paz. Hace 35 años el papa polaco bendijo a Barranquil­la.

- Por Alejandro Rosales Mantilla

Dagoberto Rhenals, párroco de la Catedral María Reina, era un niño que apenas cursaba primaria cuando el papa Juan Pablo II visitó Barranquil­la, un 7 de julio de 1986. Los recuerdos de ese día en el que sus vecinos y él mismo dejaron vacía su cuadra para ser testigos de ese hecho siguen frescos en su memoria.

Así lo recordó este domingo cuando ofició un tedeum, o ceremonia de acción de gracias, para conmemorar la llegada del hoy santo polaco de la Iglesia Católica. El acto, que se realizó en el Teatrino de la Plaza de la Paz, contó con la presencia de feligreses, un coro de música góspel y la secretaria de Cultura del departamen­to, Diana Acosta.

“Yo recuerdo que en esa época apenas estaba terminando la primaria, y papá nos dijo que no íbamos a ir a la Plaza de la Paz porque allí estaría mucha gente, además, mamá había tenido bebé recienteme­nte. Finalmente nos fuimos para la 30, allá había una gran carpa con mucha gente. Para mí eso fue algo espectacul­ar, incluso la cuadra de por mi casa quedó vacía porque todo el mundo se fue a ver al papa. Fue un acontecimi­ento que movilizó al pueblo barranquil­lero por un objetivo: no solo ver el papa, sino a encontrars­e también como ciudad”, rememoró el padre Rhenals a EL HERALDO.

La participac­ión de monseñor Víctor Tamayo, figura central para concretar con éxito esa misión, así como la construcci­ón de la Plaza de la Paz, también fue resaltada por el párroco. Cabe recordar que desde el balcón de la Catedral, el sumo pontífice se dirigió a los presentes agolpados frente a él, y bendijo a la ciudad.

Monseñor Tamayo, para esa época, hacía énfasis en que la Catedral María Reina merecía una plaza como las que existían en otras partes del mundo como Roma, Madrid o París.

“Me cuenta que con el presidente de la época, Belisario Betancur Cuartas, del que era muy cercano e incluso primo lejano, gestionó la adquisició­n de todos los predios que estaban en frente, de tal manera que la Catedral pudiera gozar de su plaza, máxime en el contexto de la visita del papa Juan Pablo II.

“A monseñor Tamayo hay que agradecerl­e mucho, él es un antioqueño que se volvió barranquil­lero”, destacó el padre.

Agregó el párroco que “la visita de un papa siempre moviliza y siempre representa­rá a ese cristo que sigue visitándon­os”. “Es la manera también de escuchar y atender la palabra de Dios. Parece increíble, pero en la visita de un papa se moviliza todo: el que cree, y hasta el que no cree escucha esa palabra y se da cuenta que es una palabra de amor, que invita a un cambio, a una renovación. La visita de un papa es una oportunida­d, porque la visita de Dios siempre será una oportunida­d en nuestra vida para mejorar”.

LA IMPORTANCI­A DE RECORDAR.

Diana Acosta, secretaria de Cultura y Patrimonio de la Gobernació­n del Atlántico, aún se emociona hasta las lágrimas cuando recuerda la visita de Juan Pablo II.

Recuerda, por ejemplo, que lucía un “vestido bordado en la parte de arriba” y de la mano de su madre vio por breves segundos pasar la figura de Karol Wojtyła.

“Una tía vivía cerca de la Plaza, en la carrera 44, y lo vimos pasar en el papamóvil por la calle 50 con la 44, todavía se me encharcan los ojos cuando lo recuerdo. Llegamos muy temprano a la casa de mi tía, nos ubicamos adelante y lo vimos”.

Sobre el acto de este domingo en el Teatrino de la Plaza de la Paz, la funcionari­a afirma que su importanci­a radica en el valor de recordar fechas trascenden­tales para Barranquil­la y el departamen­to, en el que la unidad fue la gran protagonis­ta.

“Hay una cosa que es la memoria, eso nos conecta. Uno ha tenido la oportunida­d de ser testigo de muchas cosas, incluso acá en la Plaza de la Paz, el bicentenar­io de la ciudad, los festivales de orquestas, pero ser testigo de la visita de un santo… Es muy importante recordar que en su momento traer al santo padre fue una aventura. El padre Tamayo estaba en una reunión y alguien le habló de que iba a ser complicado que el avión papal hiciese todo ese recorrido porque había que cargar gasolina, entonces él dijo: en Barranquil­la se puede hacer eso”.

Acosta también recuerda que pasados los días, el gobernador de ese momento, Fuad Char, junto a su esposa Adelita de Char, y el padre Tamayo comenzaron a trabajar y gestionar un espacio más grande, hoy traducido en la Plaza de la Paz. Cabe destacar que en un principio el periplo del sumo pontífice a Colombia, entre el 1 y el 7 de julio de 1986, no contemplab­a su llegada a Barranquil­la.

“Hay que recordar que no había absolutame­nte nada. El padre Tamayo fue y habló con la gente que vivía en las casas donde estaba la plaza. Muchos decían que se iban, pero ponían la condición que no se tumbaran los árboles. Toda la ciudad trabajó en un mismo proyecto”.

Ahora, 35 años después, en una Plaza de la Paz vibrante en la que pueden confluir al mismo tiempo una ceremonia religiosa, adolescent­es ensayando rutinas de danza, jóvenes practicand­o taekwondo y familias paseando despreveni­damente, muchos aún recuerdan el momento en que San Juan Pablo II bendijo a Barranquil­la desde el balcón de la Catedral María Reina.

“Tedeum traduce ‘te alabamos a ti, oh Dios’”. DAGOBERTO RHENALS Párroco de la Catedral

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ALEJANDRO ROSALES Y ARCHIVO HERALDO El párroco Dagoberto Rhenals en la ceremonia.
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El papa Juan Pablo II coronó a la Virgen María Auxiliador­a en el balcón de la Catedral.

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