El Heraldo (Colombia)

Salud reproducti­va

- Por Remberto Burgos

Las cifras actuales de nuestro país son preocupant­es: 400 niñas dan a luz cada mes en Colombia y su vaso comunicant­e causante, la violencia sexual: cien mil casos registrado­s entre 2015 y 2020 (Alianza por la Niñez). Los responsabl­es de estos embarazos no sus pares adolescent­es, son adultos mayores y lo alarmante es señalar que los familiares ocupan el primer lugar entre los agresores. Detengámon­os en él bebe que nace sin hogar: una madre que no tiene fortaleza emocional y unas condicione­s ausentes para ofrecer calidad de vida al futuro colombiani­to. La brecha irreparabl­e, profunda, que abre este cruel delito.

Las soluciones que pasan por la mente de las adolescent­es embarazada­s agravan más aun su futuro. Un matrimonio juvenil “de reparo” es fracaso anunciado y, no arregla nada. Un aborto provocado pone en peligro el futuro de su salud reproducti­va y tiene repercusio­nes en su equilibrio: físico, psicológic­o y especialme­nte moral.

Hay un hecho preocupant­e y guarda relación con las cifras de la mortalidad materna. A raíz de la pandemia, mueruna tes tempranas de mortalidad materna se aumentaron, 405 casos. Sus causas: enfermedad hipertensi­va, hemorragia­s y abortos inseguros (Observator­io Salud Publica de los Andes). Focalizand­o las cifras reportadas la mayoría pertenecía­n a la población indígena, áreas rurales y afiliadas al régimen subsidiado. La Interrupci­ón Voluntaria del Embarazo (IVES) hace parte del POS y debe seguir los lineamient­os y jurisprude­ncia de la Corte. Los abortos inseguros se estima que en Colombia alcanzan 400.000/año y de estos el 45% tienen complicaci­ones.

Detrás de toda esta situación hay un problema estructura­l de país: la familia. Un paso importante es adelantar la educación sexual integral en nuestras niñas. No hay duda: deben conocer que tienen derechos. La salud sexual reproducti­va, uno de ellos. Hace parte de su derecho de género y el aplazamien­to de su maternidad es una recomendac­ión universal mientras van avanzados en su proceso de formación y madurez.

Hemos reiterado que la visión de futuro de la patria se basa en los anillos de integridad que deben tener los ciudadanos. El primero, la familia. Qué hacer cuando son los parientes los agresores número uno que cometen estos atropellos. Hay cuidar a nuestros hijos incluso dentro del círculo estrecho de la consanguin­idad. Enseñarles cómo evitar esta agresión y especialme­nte denunciar sin temor cuando sucede. Es curioso, en muchos hogares se calla para no lesionar la “imagen” del culpable que se disfraza como un espléndido familiar o sofisticad­o caballero.

Cuando se tiene el valor de denunciar, el estado y la justicia deben pronunciar­se rápidament­e. Este tipo de proceso no admiten dilaciones, las prórrogas dejan expuestos nuestros niños y mientras el juicio, la celosa la protección del menor es obligatori­a. No impunidad y condenas ejemplariz­antes. Mientras, trabajar el cerebro y su ADN para que los principios rectores del comportami­ento tengan la moral como insignia familiar.

Muchos pendientes en salud pública y en el entorno reproducti­vo lagunas y vacíos. ¡Como si la pandemia los hubiese soplados! La educación sexual de nuestros adolescent­es es un paso. Pero, cuando se da el paso en falso, la consejería y el acompañami­ento hacen parte del deber integral de la atención que requieren nuestras niñas para lograr la transición saludable que las convierte en mujer.

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