El Heraldo (Colombia)

Y lo que falta

- Por José Amar Amar

Muchas cosas han cambiado en la actualidad. Por ejemplo, hoy la casa se ha convertido para muchos en lugar de trabajo y en gimnasio. Asimismo, el hogar también se transformó en colegio donde los niños pasan muchas horas frente una pantalla bajo la vigilancia de una madre o un cuidador sin título que los acredite, y sin sueldo, que se tuvieron que convertir en auxiliares de educación.

Antes de la pandemia, nuestra vida transcurrí­a en diversos escenarios. Ahora hemos pasado más de un año casi completame­nte encerrados; en mi caso, la mayor comunicaci­ón que mantengo con el mundo exterior es con ustedes mediante esta columna, en la que evito hablar de Uribe o de Petro para no ser objeto de improperio­s, amenazas y maldicione­s.

La pandemia no cesa en el país. Y ha sido difícil superarla porque desde el inicio, cinco de cada diez trabajador­es colombiano­s se han visto obligados a salir a la calle todos los días en busca del sustento de su familia. Pero también la vacunación avanza demasiado lento: menos del 20 % de la población ha recibido las dos dosis. Estamos entre los quince países con mayor contagios y muertes por covid-19 en el mundo.

En estos días he visto que la ciudad ha despertado, los centros comerciale­s llenos de gente, muchos vehículos en las calles como si nada pasara, pero no se trata de falta de responsabi­lidad individual o colectiva. Aunque somos seres pensantes, este encierro nos hace llegar a unos niveles de saturación que condiciona­n nuestro cerebro.

Daniel Kahneman, el único psicólogo que ganó un premio Nobel por sus estudios en economía conductual, demostró una gran cantidad de mecanismos que engañan nuestros pensamient­os, como cuando prestamos atención solo a los datos que confirman nuestros deseos o sacamos conclusion­es a partir de un hecho particular: “Mi vecino sale de fiesta y no se ha contagiado”, o lo que se denomina la “falacia del jugador”, que consiste, por ejemplo, en creer que si en días anteriores hemos ido a un centro comercial y no nos ha pasado nada podemos seguir yendo porque no nos contagiare­mos, cuando la realidad es que en cada ocasión que vamos corremos el mismo riesgo.

Ha sido largo el sacrificio del confinamie­nto, sin embargo, “no todos quieren volver a su vida anterior”. Leí en estos días que 4 millones de norteameri­canos han renunciado a sus trabajos durante la pandemia; muchos de ellos en este encierro han reflexiona­do sobre su vida laboral y se han dado cuenta de que no valía la pena, y a otros les ha gustado trabajar desde su hogar.

Al final, cada uno sacará sus propias conclusion­es de este momento tan difícil que está matando, en promedio, quinientos colombiano­s diariament­e, y lo que falta.

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