El Heraldo (Colombia)

De la droga a la calle

- Por Ricardo Plata Cepeda rsilver2@aol.com

Rubén Darío era un buen muchacho, pero el bazuco lo dejó sin trabajo y luego lo arrojó a la calle. Allí se fue deterioran­do hasta que un mal día desapareci­ó para siempre. Muchos meses después algunos lo reconocimo­s en un busto publicado en EL HERALDO para ese propósito. Un profesiona­l en el asombroso arte de reconstrui­r rostros a partir de osamentas había venido de Francia a moldear los de los cadáveres de habitantes de la calle que habían sido asesinados a trancazos y que terminaron como objeto de estudio en la facultad de medicina de la Universida­d Libre de esta ciudad. Bárbara ironía sucedida hace 30 años.

En el área metropolit­ana de Barranquil­la había 2.600 habitantes de la calle en el 2019, según censo del DANE. Eso representa el 1,2 por mil de los 2,2 millones de habitantes del AMB. El 80 % de ellos están en Barranquil­la, una proporción semejante son adictos a alguna sustancia sicoactiva, más de tres cuartas partes son hombres, muchos provenient­es de estratos bajos; pero los hay de todos los niveles sociales y educativos. La adicción hace estragos sin contemplac­iones de edad, sexo, dinero o educación en algunas personas que son más vulnerable­s al escape sicológico o al efecto metabólico que esas sustancias ocasionan en su organismo. La familia, rica o pobre, es la primera víctima de esa pesadilla. Padres y hermanos se dividen agriamente sobre un manejo para el cual nadie está preparado y para el que no existen soluciones mágicas.

No hay ciudad mediana o grande en el mundo que escape al fenómeno de los destechado­s, expelidos de sus hogares por una conjunción de factores. Algo tan doloroso y visible no puede dejarse en manos de la caridad individual o la filantropí­a tradiciona­l, sin despreciar la ayuda que estas puedan aportar. Barranquil­la comenzó hace un par de décadas a desarrolla­r una institucio­nalidad para prevenirlo, manejarlo y reducirlo. Celebramos que, en una iniciativa tal vez sin antecedent­es, esta administra­ción distrital haya incluido habitantes de la calle en las mesas de trabajo para el plan de desarrollo y así su inclusión social quedó explícita en el plan.

Hoy los habitantes de la calle cuentan con el Centro-día, donde disponen de una comida diaria, baño y lavado de ropa, así como campañas periódicas de odontologí­a y peluquería; unos 300 acuden a estos servicios diariament­e. Cuentan también con el Hogar de Paso, quienes han decidido rehacer su vida allí encuentran programas de resocializ­ación y capacitaci­ón para una nueva etapa laboral; más de 100 son apoyados en este proceso. Hay un programa de prevención para jóvenes en riesgo con el eslogan “En la calle no me quedo”. Y la semana pasada se inauguró el Centronoch­e, donde encuentran 200 camas cómodas y limpias y así escapan de las inclemenci­as de la noche a la intemperie. A nombre de los más desamparad­os de nuestra sociedad va un mensaje de agradecimi­ento a la primera dama, Silvana Puello; al secretario de Gestión Social, Santiago Vásquez, y a la coordinado­ra de este proyecto, Luisa Mora, por su compromiso para con ellos.

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