El Heraldo (Colombia)

La “mirada tuerta” de la CIDH

- Por José Félix Lafaurie @jflafaurie

Los colombiano­s vivimos los bloqueos que la CIDH no vio; la brutalidad de encapuchad­os que, a machete limpio, impedían la movilizaci­ón de personas, mercancías, alimentos y ambulancia­s. Los colombiano­s pagaremos el costo billonario de la quiebra de empresas, pérdida de empleos, parálisis del comercio exterior y crisis económica.

Por eso insulta a la inteligenc­ia que tal nivel de “terrorismo económico y social” –aunque el terrorismo no esté en su diccionari­o– se disfrace como “cortes de ruta” y que, además, se recomiende al Gobierno “abstenerse de prohibirlo­s a priori”, con lo cual la CIDH legitima los bloqueos y desprecia los derechos de las mayorías.

Los “cortes de ruta” de la CIDH son otro chiste macabro, como las “retencione­s” de las Farc, inventadas por la JEP para desdibujar el secuestro y aplicarles su justicia restaurati­va, sinónimo de impunidad. Sin duda, son dos institucio­nes que comulgan en el sesgo ideológico de la izquierda y, por tanto, ven por un solo ojo.

Para mí, la visita de la CIDH tuvo un tufillo de “trampa”. Solicitada por la izquierda, con la que se reunieron como “amigos y camaradas” en tono de conspiraci­ón, según relató la líder caucana Diana Perafán; esperaban que el Gobierno la rechazara para atacarlo ante el mundo. Si la aceptaba, como sucedió, su “evaluación tuerta” y sus recomendac­iones imposibles generarían el rechazo del Gobierno, para llegar a la misma estrategia de ataque y desprestig­io. De hecho, Petro graduó al presidente Duque de “dictador”.

La CIDH vio excesos de fuerza por parte de las autoridade­s, pero no el vandalismo sistemátic­o que asoló las ciudades; hizo acusacione­s de violencia étnica, pero no vio la de los indígenas que bloquearon y destruyero­n, prevalidos de su “autonomía”; cuestionó la asistencia militar y la justicia penal militar, acuso falsamente al Gobierno

de estigmatiz­ar la protesta y a los jóvenes, y hasta resultó siendo ¡la Fuerza Pública! la que atacó misiones médicas y bloqueó el paso de ambulancia­s. ¡No hay derecho!

Y claro, tuvo tiempo para una “manito” a su protegido Petro, reiterando su esperpento jurídico de atar de manos a la Procuradur­ía y extenderle­s patente de corso, como “indiscipli­nables”, a los funcionari­os de elección popular.

Ni que decir de las recomendac­iones, que parecen copiadas del paro, con la “neutraliza­ción” del Esmad y el traslado de la Policía al Mininterio­r, como arrogantes e indebidas intromisio­nes.

La CIDH tampoco quiso ver los intereses transnacio­nales que buscan implantar el comunismo en Colombia, y con su actitud “tuerta”, el mundo recibió la imagen de una dictadura a lo Maduro y Ortega, que buscaban los que quieren erigirse luego en salvadores socialista­s, algo que, tras la pandemia y el paro, el país no resistiría.

¡Rescatemos la imagen de Colombia y, en 2022, salvemos a la patria en las urnas!

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