Más o menos así
“En 1977 un individuo es juzgado y condenado a muerte por el asesinato de un policía. 10 años después un director de cine se propone contar de nuevo la historia para desenterrar los cabos sueltos”
La anterior pudiera ser la síntesis de muchas de las películas que se nos ofrecen en la enorme cantidad de pantallas y ofertas que actualmente tenemos. De hecho, corresponde al filme documental “La delgada línea azul”, realizado en 1988 por el laureado director Errol Morris, y que nos cuenta la historia de Randall Adams, acusado y juzgado como culpable del asesinato del policía Robert Wood una noche de noviembre de 1976. En el documental Morris representa los hechos a partir de las declaraciones de involucrados directos e indirectos, el propio acusado y el principal testigo. Al final la sensación inequívoca de que se fraguó una injusticia contra el acusado condujo, ya en vida real, a que el caso se reabriera para desestimar los cargos y dejar libre a Randall Adams.
A vista rápida, historias similares nos ha contado tanto el cine como la literatura, muchas de ellas basadas en hechos reales. En el cine de ficción podemos recordar En el nombre del
padre, la peli dirigida por Jim Sheridan y protagonizada por Daniel Day Lewis basada en el caso de los “cuatro de Guildford”; o también The Hurricane, con Denzel Washington en el papel de Rubin Carter, boxeador que pasó casi 20 años en prisión condenado por un asesinato que no cometió. En ambos casos, y como estos en muchos más, nuestro acercamiento a la historia como espectadores parte de un conocimiento previo así sea mínimo sobre el tema (leer la sinopsis, por ejemplo), y la certeza final de que lo que vimos fue una representación ficcional, actuada y adaptada, de hechos reales. Las cosas no “fueron así”, sino “más o menos así”; pero alcanza para emocionarnos, que es en últimas lo que buscan los buenos relatos.
Volviendo a lo de Morris, las representaciones o puestas en escena que hizo en el documental de los hechos tal y como los narraban los testigos derivaron en que fuera imposible no dudar. El “más o menos así” de tantas versiones superpuestas contradice de plano la fiabilidad de un proceso que, como en este caso, termina por condenar a muerte a una persona. La palabra contrastada con el hecho representado coinciden entre sí, pero no con las demás palabras ni las demás representaciones; y así condenar en nombre de una sociedad es imposible.
Todos nosotros somos dueños de nuestras propias percepciones, de que esas percepciones se transformen en versiones, y de que consideremos verdad esas versiones. Esa misma “propiedad” sobre nuestras versiones nos hace responsables de no creernos dueños de las de los demás, de no creer que la verdad es una sola, de dudar de todo, de buscar aristas y explicaciones distintas a los hechos; y si no podemos con eso, por lo menos no pretendamos imponer por la vía que sea nuestras propias verdades a los demás. Al final, todo lo que contamos y nos cuentan fue “más o menos así”