El Heraldo (Colombia)

No es homicidio

- Por Catalina Rojano @cataredact­a

Aunque se ha querido politizar, este no es un asunto político ni económico ni jurídico; es, sin ponerle arandelas, una cuestión de humanidad. Frente a la resolución expedida por el Ministerio de Salud que demarca las líneas para que se garantice el derecho a morir con dignidad en Colombia, se acrecienta el debate interminab­le sobre la muerte asistida, evento que fue despenaliz­ado en el país en 1997, pero que hasta apenas hace unos días fue reglamenta­do con las respectiva­s pautas para su aplicación. Partiendo del concepto de autonomía como derecho fundamenta­l de los seres humanos, debiera ser comprendid­o y respetado lo que la eutanasia supone, más allá de su frío nombre.

Historias como la de Ovidio González, el primer colombiano que recibió la eutanasia en pleno cumplimien­to de su voluntad en 2015, y la de Yolanda Chaparro, a quien se le practicó este procedimie­nto médico hace unas semanas tras una batalla legal que la mujer enfrentara por más de un año con el sistema de salud para morir con el convencimi­ento de haber vivido dignamente, deben ser vistas con más ojos de sensibilid­ad que de moralidad. Porque, como estos, son muchos los casos en que la sanación o la salvación no llegan sino con la muerte.

En la vida todo es sufrimient­o. Lo he dicho antes y lo sostengo, sin embargo, no por ello es justo alargar el padecimien­to cuando parece ser, de por sí, eterno. Cuando un paciente pide la eutanasia es porque está evitando llegar a un nivel de deterioro insostenib­le desde cualquier punto de vista. No es cosa de testarudos ni de caprichoso­s ni de débiles, es una vía para vivir mejor, si es que existe otra vida después de esta.

«No permitimos que los animales sufran. Entonces, ¿por qué debería tu dolor prolongars­e más allá de tus deseos?», dijo en 2014 a la BBC de Londres Stephen Hawking, el admicientí­fico que a sus 21 años le fue diagnostic­ada una devastador­a enfermedad, esclerosis lateral amiotrófic­a (ELA), la misma que le diagnostic­aron en 2019 a Yolanda Chaparro, quien es hoy un referente de la lucha por la eutanasia en Colombia.

El caso de Hawking, quien murió a sus 76 años desafiando esa agresiva afección que lo mantuvo completame­nte paralizado por décadas, aunque extraordin­ario, no deja de ser lamentable. Sus palabras sobre la práctica de la eutanasia hablan de su excepciona­lidad: «No permitir la muerte asistida es discrimina­torio». Aunque la sociedad colombiana no esté acostumbra­da a pensar en los términos que traen consigo las voluntades anticipada­s, como la muerte asistida, es hora de que aprendamos a comprender la eutanasia, ese último respiro que invita a decidir hasta qué momento la vida es soportable y compatible con la dignidad humana.

La autonomía debe alcanzar también para que decidamos sobre nuestra propia muerte, en la búsqueda de una salida que permita desaparece­r el dolor y el desgaste físico y emocional que causa una enfermedad terminal o una condición de salud que traspasa los límites de lo humano. La eutanasia no es homicidio, es un acto que dignifica la vida a través de la muerte.

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