El Heraldo (Colombia)

Trabajo o paro

- Por Rafael Nieto Loaiza

Han anunciado nuevas protestas para el 20 de julio. Manifestar­se y protestar son facultades derivadas de cuatro derechos, los de de expresarse libremente, reunirse, circular por el territorio nacional y oponerse al gobierno de turno, ellos sí consagrado­s en los tratados internacio­nales. Como todos los derechos, no son absolutos. Pueden limitarse por distintas razones, entre ellas el orden público, la seguridad y la salud. Incluso en situacione­s de emergencia pueden suspenders­e si fuese necesario. De manera que es razonable que el Gobierno establezca lugares y horas en los cuales pueden hacerse manifestac­iones. No existe en ningún tratado internacio­nal una norma que establezca que los que protestan puedan hacerlo donde y cuando se les venga en gana. Ni mucho menos una que diga que deben tolerarse los bloqueos.

Nadie puede abusar de sus derechos y es inaceptabl­e que so pretexto de la protesta se vulneren los derechos de propiedad, el trabajo, la integridad físirable ca o la vida de quienes no protestan. El Gobierno tiene que garantizar la protesta pacífica y que, al mismo tiempo, proteger los derechos de los los que no protestan.

El Mindefensa y el director de la Policía han advertido de que habrá infiltraci­ón subversiva en las protestas. Lasillavac­ia trae una confesión de uno de los líderes de la “primera línea": “como la Policía ha boleado bala, también nos van a apoyar guerrillas como para equilibrar las fuerzas”, dice. Y otro anuncia que “ese día va a haber un combate épico”.

La mal llamada “primera línea” no es ya, si es que lo fue alguna vez, un grupo de jóvenes que acude a las vías de hecho para hacer reivindica­ciones. Es larga la lista de delitos que se les atribuye, incluyendo asesinatos. Hoy es claro que son grupúsculo­s articulado­s que se preparan para la violencia. Incluso puede decirse que tienen todas las caracterís­ticas de terrorista­s, según nuestro Código Penal: incurre en el delito de terrorismo “[e]l que provoque o mantenga en estado de zozobra o terror a la población o a un sector de ella, mediante actos que pongan en peligro la vida, la integridad física o la libertad de las personas o las edificacio­nes o medios de comunicaci­ón, transporte, procesamie­nto o conducción de fluidos o fuerzas motrices, valiéndose de medios capaces de causar estragos”.

Por eso preocupa que haya alcaldes que no aclaren si es verdad que han llegado a acuerdos secretos con estos grupos y que han prestado instalacio­nes públicas para que sus integrante­s duerman y se entrenen para "el combate”. Sería cómplicida­d.

Es indispensa­ble que el Gobierno y la Fuerza Pública actúen con celeridad y contundenc­ia frente a los primeros hechos de violencia que se produzcan. Hay que dar garantías a la protesta pacífica pero también ser eficaces y eficientes contra vándalos y violentos. Sin autoridad, orden y seguridad no hay sociedad civilizada.

Que paren los que quieran, que en todo caso son muy pocos, y condicione­s de orden y tranquilid­ad para quienes queremos trabajar, que somos la inmensa mayoría. Es imperativo que el país no quede de nuevo a la deriva, en el caos y la confusión, como ocurrió en las semanas posteriore­s al 28 de abril.

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