El Heraldo (Colombia)

Justicia para Julieta

- Por Tatiana Dangond @tatidangon­d

El asesinato de Julieta, el manatí que murió el pasado miércoles a manos de unos pescadores en el corregimie­nto de Tasajera, es un hecho que debe despertar una alerta nacional sobre lo que sucede en nuestros parques naturales y la correspons­abilidad de la sociedad y del Estado en la educación de quienes tienen una relación más estrecha con estos ecosistema­s. Días antes de su muerte Julieta había sido rescatada y liberada, y la Corporació­n Autónoma Regional del Magdalena –Corpamag– venía monitorean­do el trayecto del manatí. Los manatíes en Colombia son una especie en vía de extinción, principalm­ente por la perversa práctica de la cacería de estos animales.

Lo sucedido en Tasajera no se enmarca dentro de la práctica usual de la cacería, a pesar de que Julieta fue perseguida, capturada y gravemente lesionada por los pescadores. Este doloroso caso que ha ocupado los titulares de esta semana, es el resultado de un sistema en el que a la pesca no se le ha dado la relevancia que merece; no hay un sistema de acceso a la informació­n o educativo para los pescadores; y se ha dejado al azar a los humedales y ciénagas del país donde la pesca está permitida.

El lugar donde sucedieron estos hechos es un corregimie­nto donde la pobreza alcanza niveles imperdonab­les, donde la principal actividad económica es la pesca, y esta se ha visto gravemente afectada por las intervenci­ones que se han hecho sobre la Ciénaga Grande de Santa Marta, como la carretera Ciénaga- Barranquil­la. En Colombia, a diferencia de otros países donde sus recursos naturales son altamente valorados, no se exige licencias para practicar la pesca, como tampoco hay una política pública seria que busque formalizar o potenciar la actividad pesquera, sin que ella represente un grave perjuicio al medio ambiente.

Los manatíes son especies claves para las ciénagas, pues se encargan de limpiarlas de especies como el buchón, y sus desechos fomentan la fertilizac­ión de la tierra. Con seguridad, quienes mataron a Julieta pensando que era un caimán peligroso, desconocía­n la importanci­a que tiene esta especie para su propio trabajo y superviven­cia. Esto no justifica de ninguna forma estos hechos, pero sí nos debe llevar a concluir que el abandono hacia los pueblos pesqueros -en los que, además, se muestra en todo sus esplendor la injusticia social- nos puede llevar a una crisis ambiental y social peor a la que estamos viviendo.

Estamos muy lejos de conocer lo que implica ser un pescador, tan lejos que creemos que comunicánd­onos por medios digitales vamos a llegar a ellos. Para la muestra, Corpamag venía advirtiend­o a través de sus redes sociales el trayecto de Julieta desde que fue liberada, haciendo llamados para que se garantizar­a su protección, sin embargo, los que habrían podido evitar esta muerte, con toda seguridad, no tienen acceso a estas redes. Un verdadero acto de justicia por la vida de los manatíes no es llevar este caso a la justicia penal, sino buscar que se implemente­n medidas en los territorio­s donde los pescadores puedan tomar conscienci­a de la importanci­a de esta especie y del cuidado de nuestros parques.

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