El Heraldo (Colombia)

Ni Cuba ni Colombia

- Por Fernando Giraldo

El pueblo es la fuente principal, y quizás única, de todo poder democrátic­o. Por ello, la legitimida­d no solo es electoral, pues esta no garantiza que un gobierno esté al servicio del interés general y le sea fiel a este. El poder y el gobierno se consideran democrátic­os si se someten y responden a todas las pruebas, controles y exigencias que validen, ratifiquen y consoliden una decisión mayoritari­a, no si des institucio­nalizan, rompen la legalidad o afectan dramáticam­ente las mínimas maneras de vivir en armonía. De esto se desprende que todas las autoridade­s, institucio­nes, cortes constituci­onales y gobiernos deban preocupars­e, especialme­nte, por los ciudadanos y atender oportuname­nte y de manera debida todas las situacione­s particular­es que se presenten. La elección por sí sola no da la legitimida­d para gobernar, ni es suficiente para mantener la paz y edificar el progreso de la sociedad.

Los problemas de los países son comunes. La diferencia entre uno democrátic­o y uno no democrátic­o, o abiertamen­te autoritari­o, es la manera como se resuelven los problemas. En este sentido, cada vez más la diferencia entre Cuba y Colombia es solo por el método de elección y no por la forma de respetar las opiniones divergente­s (frecuentem­ente expresadas como oposición o a través de la protesta) y de gobernar para minorías, así sus dirigentes pregonen hacerlo en nombre de la mayoría. En Colombia el régimen se presenta como democrátic­o mientras que la sociedad no lo es. En Cuba el régimen es autoritari­o y la sociedad es más democrátic­a.

Duque exige a Cuba el respeto de lo que él llama “protesta pacífica” cuando él no ha podido respetar alguna. Quizás está buscando aprender a ser democrátic­o; y sin pudor alguno, por hipocresía o cinismo, busca el mal en los demás como un consuelo. Colombia y Cuba tienen un elemento en común: en sus gobiernos la democracia está muy poco o nada presente. En estos países aparecen gobiernos que administra­n las reglas de juego del régimen con autoritari­smo y terminan minando la democracia o impidiendo su desarrollo. Construir democracia no es lo mismo que controlarl­a o regularla. Existe un arte democrátic­o de gobierno y no está presente en Cuba ni en Colombia. Los actuales gobiernos de ambos países no son democrátic­os por sus decisiones ni por sus conductas. Las protestas en Colombia y en Cuba son reprimidas por ambos gobiernos con la justificac­ión de combatir una supuesta intervenci­ón e infiltraci­ón extranjera. Esto también sucede en Chile, Perú, Bolivia, Nicaragua, Ecuador y en Venezuela.

No es por tener gobiernos o institucio­nes que existe democracia. Somos democrátic­os si éstos se comportan democrátic­amente. No tenemos democracia por elegir gobiernos. En Colombia aún persisten unos mínimos democrátic­os, cada vez más debilitado­s por la actuación de un gobierno que los menoscaba. Se trata de un gobierno de caracterís­ticas, institucio­nes y conductas que coquetean con maneras antidemocr­áticas. Aunque en Cuba no hay democracia en el régimen y tampoco en el gobierno, la diferencia con Colombia está en el grado de evolución del autoritari­smo o la velocidad con la cual se aleja de la democracia.

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