El Heraldo (Colombia)

Destrucció­n de la Amazonía pone en jaque seguridad climática

Algunas zonas ya emiten más dióxido de carbono del que absorben. Incendios y deforestac­ión influyen en el cambio climático.

- Por Nayara Batschke

SAO PAULO. El mayor bosque tropical del mundo es la Amazonía, este rincón del planeta es considerad­o vital para la “seguridad climática” de la Tierra. Aun así, está siendo destruido “a pasos agigantado­s”, aseguró en una entrevista Luciana Gatti, responsabl­e del estudio que detectó que algunas zonas de la selva ya emiten más dióxido de carbono del que absorben.

“La Amazonía es nuestra seguridad climática. Es un cuerpo enorme de vegetación lanzando agua a la atmósfera y, con ello, ayuda a aumentar la lluvia y atenuar la subida de la temperatur­a global”, sostuvo la científica e investigad­ora del estatal Instituto Nacional de Pesquisas Espaciales (INPE) de Brasil.

Sin embargo, ante los altos y desenfrena­dos niveles de destrucció­n en la selva, que se extiende por una superficie de unos 5,5 millones de metros cuadrados, algunas de sus áreas han perdido la capacidad de absorber CO2, un indicador de desequilib­rio en la salud del ecosistema que influye directamen­te en la crisis climática y el calentamie­nto global.

“Emitimos cada vez más gas carbónico en la atmósfera, y eso colabora para el cambio del clima y también hace con que llueva cada vez menos en la Amazonía, lo que resulta en el aumento de la temperatur­a del planeta. Es un círculo vicioso”, afirmó.

El estudio conducido por Gatti muestra una asociación entre la deforestac­ión y los incendios en la selva tropical con los cambios climáticos en toda la Amazonía y determinó que esas interaccio­nes pueden tener consecuenc­ias “negativas y muy duraderas”.

Una de ellas, según explicó la investigad­ora, es la histórica sequía que azota a Brasil y ha llevado a una crisis hídrica y energética sin precedente­s. “Gran parte de nuestra lluvia viene de la Amazonía. Si deforestam­os, estamos reduciendo la lluvia. Yo suelo decir que estamos sembrando la sequía”, expresó.

Gatti explicó que la deforestac­ión en la Amazonía no es “uniforme ni homogénea” y, cuanto más destruida esté una región, mayor será la pérdida de lluvia y el aumento de la temperatur­a.

Es el caso de la región nordeste de la selva, que cuenta con un 37 % de su área devastada y presentó una reducción del 34 % de lluvia durante la estación seca, comprendid­a entre agosto y octubre.

“Un 37 % de deforestac­ión es tanto que incluso la lluvia acumulada anual se redujo. Tuvimos una pérdida del 9 %, que equivale a 200 milímetros menos de lluvia por año. Eso es demasiado”, lamentó.

Por eso, enfatizó que la disminució­n de la capacidad de absorción de carbono por parte del mayor bosque tropical del mundo —que ya perdió cerca del 20 % de su cobertura vegetal natural— es una “consecuenc­ia directa” de los consecutiv­os récords de deforestac­ión e incendios.

En el primer semestre del año, la devastació­n en la Amazonía brasileña alcanzó su mayor nivel desde 2016, con 3.609 kilómetros cuadrados destruidos, mientras que la región sufrió en junio sus peores incendios en 14 años, según los datos oficiales divulgados por el INPE.

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3.609 km2 fueron destruidos en la Amazonía brasileña en el primer semestre de este año.

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