El Heraldo (Colombia)

“Los vendedores del estadio la hemos visto maluca”

Los comerciant­es claman por regreso del público al ‘Metro’. A algunos les ha tocado cambiar de actividad para sobrevivir.

- Por Rafael Castillo Vizcaíno Twitter @rajocavi1

No les ha faltado garra. Los vendedores de los partidos de Junior en el estadio Metropolit­ano han sudado la camiseta y se han esforzado al máximo para poder sobrevivir y sacar adelante a sus humildes familias. El ‘partido’ que han tenido que encarar durante la pandemia del coronaviru­s sí ha sido de vida o muerte.

Sin público en los estadios desde hace más de un año, les ha resultado imposible gambetear el hambre y las adversidad­es, pero se las han arreglado para no rendirse y mantenerse en pie de lucha, confiados en que algún día volverán a cantar victoria en el escenario de la Ciudadela.

“Esto ha sido duro. La hemos visto maluca”, dice Januel de Jesús Gamero, vendedor de cervezas de 36 años de edad.

“En los primeros meses de la pandemia vivimos con la ayuda del corazón de la gente. Varios clientes me llamaron y me echaron la mano. Me mandaron mercaditos. Después, me he mantenido alquilando una moto y haciendo carreritas y ‘mandaos ‘ aquí y allá, pero lo que necesitamo­s es que vuelva la gente al estadio”, agrega Januel, quien responde económicam­ente por su esposa y sus tres hijos de 17, 13 y 11 años de edad.

El mototaxism­o fue su escapatori­a ante la ausencia de los 80 o 120 mil pesos que se ganaba, según la afluencia de público, en cada partido. “Con eso me bandeaba durante la semana”, dice Gamero.

No a todos les tocó apartarse de los productos que le brindaban el sustento en el ‘Metro’. Manuel Salvador Maldonado Vanegas, quien dice ser el primer vendedor que ofreció butifarras en un plato y envueltas en un plástico, se mantuvo en su negocio, pero le tocó trasladars­e a las calles, parques, cementerio­s y canchas. Un esfuerzo que a sus 51 años de edad podía ahorrarse comerciand­o el embutido en el estadio.

“Las ventas no son iguales. Uno camina y las calles están solas. En el estadio se vende, se goza uno el ambiente e interactúa con los clientes y hace muchas amistades que ya conocen el producto”, dice ‘el Goleador’, como apodan a este popular butifarrer­o de occidental alta.

“Yo, con los cinco puestos que pongo de butifarra, vendo entre 200 y 600 mil pesos, depende de la gente que entre al estadio. Pero uno camina más que loco nuevo para vender 100 mil pesos en la calle. Tocó bajar los gastos”, asegura Manuel Salvador.

“Si no hay para comerse una de las tres comidas, se comen solo dos. Me levantaba como a las 11 para matar desayuno y almuerzo con una sola”, afirma entre risas este vendedor, que procura mantener el ánimo arriba, a pesar de todas las sombras de la pandemia.

Ha lidiado con las dificultad­es precisamen­te con su entusiasmo y su lucha eterna. “Después de que haya para la comelona, lo demás es cuento. Las culebras que esperen”.

Manuel Salvador es padre de cinco hijos, dos de los cuales están organizado­s y fuera de su hogar, y abuelo de ocho nietos. Por eso no ha parado y se mantiene produciend­o para llevar el sustento diario a su casa.

“Durante la pandemia también vendí butifarras a domicilio, con las redes sociales, y monté un carrito de perros en la puerta de la casa. Vi que esos negocios estaban dando y lo hice con mi hija”, explicó.

El butifarrar­o, ya con 30 años trabajando en los partidos de Junior, cree que él y los 120 integrante­s de la Asociación de Vendedores del estadio Metropolit­ano, Asoventas, han empezado a ver la luz al final del túnel con la reactivaci­ón económica en la ciudad y se ilusionan con el regreso del público al estadio a partir del próximo domingo con el juego entre los ‘Tiburones’ y Envigado (5:40 p.m.), pero eso es algo que no está claro todavía.

“Eso es lo que más anhelamos todos. Estamos rogando por eso”, dice Jorge Luis Arrieta Puello, comerciant­e de pan de yuca y rosquitas, y tesorero de Asoventas.

“Nos hemos tenido que reinventar. No hay eventos, no hay nada, nos ha tocado rebuscarno­s en la calle. Yo duré dos meses sin salir al principio de la pandemia y fue difícil. Gracias al apoyo de la familia y los amigos, que no me dejaron caer, y a la misericord­ia de Dios, hemos dado a lucha. Uno no se puede quedar quieto, porque… ¿de qué come uno? La venta en el estadio ayuda a solventar cosas que vendiendo en la calle no se consiguen”, comenta Jorge Luis.

Javier Molina, uno de las personas que trabaja en las cafeterías del estadio, aguarda que se resuelva pronto el regreso de todos los comerciant­es del estadio, los que lograron desmarcars­e de la covid-19.

“Lamentable­mente hay como cinco personas de cafetería que murieron por ese virus”, afirma.

El ‘partido’ continúa para los demás vendedores y ellos siguen firmes dando la pelea.

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Los vendedores Iván Márquez, Januel Gamero, Jair De la Cruz y Manuel Maldonado.
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Luis rodríguez

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