El Heraldo (Colombia)

Farsantes y embusteros

- Por Fernando Giraldo

Las élites colombiana­s aprecian la democracia cuando la pueden poner a su servicio, protege sus intereses y garantiza el poder para ellas. En caso contrario la democracia no les importa. Entonces no la defienden; la descalific­an y destruyen.

Por iniciativa del gobierno y aprobación del Congreso se suspendió la Ley de Garantías para la campaña electoral, facilitand­o, en pocos meses, el robo y la dilapidaci­ón de enormes recursos públicos. Lo hicieron violando flagrante y consciente­mente la Constituci­ón y la ley, e ignorando el hambre y miseria de la mitad de los colombiano­s. El gobierno, sus partidos y las mayorías parlamenta­rias aprobaron dicha suspensión de manera ilegal y desinstitu­cionalizad­a, y en tiempo récord, antes del control de la Corte Constituci­onal, firmaron más de 645.000 contratos por un valor superior a 52 billones de pesos. Esta semana, la Corte Constituci­onal declaró ilegal e irresponsa­ble dicha suspensión y anunció que el proceso de aprobación por el Congreso, y de paso la aceptación del presidente, fue anticonsti­tucional. Se incurrió en situacione­s que pueden tener consecuenc­ias penales por posible prevaricat­o. La Corte además ordenó liquidar todos los contratos.

Los congresist­as no reconocen políticame­nte el fallo de la Corte constituci­onal, la descalific­an cínicament­e y se justifican por haber “obrado de buena fe”; como si nosotros los eligiésemo­s para que obren de mala fe y no para que actúen bien, correctame­nte, sin destruir la democracia ni feriar los recursos públicos a favor de sus amigos. Están quebrando la democracia con farsas y embustes. En lugar de presentar disculpas, respetar a la Corte y defender la Constituci­ón, se colocan por fuera de toda la institucio­nalidad que dicen defender. Defienden la institucio­nalidad para enfrentar la legítima participac­ión ciudadana, pero la violan sin pudor para echar mano de los recursos públicos e intentar alterar, ilegalment­e a su favor, el proceso electoral. Sin arrepentim­ientos, el gobierno y Congreso actúan como institucio­nes contra la democracia y de manera pandillera. Su argumento era la reactivaci­ón económica. En realidad, buscaban incidir en las elecciones legislativ­as y presidenci­ales capturando los territorio­s con presupuest­o para comprar, directa e indirectam­ente, la voluntad política de los electores.

Pero más allá de la violación de la Constituci­ón y la ley, con la suspensión de la Ley de Garantías se tramitó el cambio de una norma electoral (que debe hacerse con una ley estatutari­a de reforma política) a través de una ley orgánica de reforma tributaria; dejando entrever una tramposa intenciona­lidad. Lo cual no solo es anticonsti­tucional sino desinstitu­cionalizad­or. Esta situación comprometi­ó mayoritari­amente al Congreso, presidente y ministros.

Todo hace pensar que los congresist­as no conocen la Constituci­ón, lo cual es muy grave; o la conocen y la violan, lo cual es aún más grave. Son incompeten­tes para legislar a favor de los ciudadanos, pero tienen mucha habilidad para torcer a su favor la Constituci­ón y la ley. Por este tipo de conductas y abuso de poder obtienen el menospreci­o político y social de la mayoría ciudadana.

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