Hay que alzar la voz
Es sin duda deprimente lo que nos ocurre: las impunes reacciones de un grupo político contra la extradición de un criminal; las fallas de una justicia tan errática que hasta el Consejo de Estado quedó en entredicho; las repetidas y consecutivas capturas a un mismo delincuente; la inteligencia militar disminuida por Santos que no previó lo del Clan del Golfo, y unas Fuerzas Armadas que no reaccionan rápidas y eficaces; la inseguridad campeante en las calles y en los pueblos; en fin, para anotar solo en términos de seguridad ciudadana, sin contar lo de la desbordada corrupción, el irrespeto a la autoridad, la mentirosa “Comisión de la Verdad”, partidos políticos que dirigen los mismos con las mismas, un Congreso que pareciera vivir en otro mundo, y otras perlas, conduce a que un importante sector de colombianos se sienta escéptico, incrédulo y hasta impotente, y por ello no acuden a votar pues creen que su individual voto no resolverá nada.
Es un sector que no se detiene a revisar cuánto hemos avanzado en todos los temas de país, cobertura en salud, en educación preescolar, escolar y superior; infraestructura en vías y saneamiento básico; en fin, los evidentes avances que en todas las áreas se señalan. Pero no lo ven, no se destaca, por lo que se auto convencen que no hay nada que hacer, y por ello no se mueven a votar.
Tremenda equivocación que lo que obtiene es que un pequeño grupo decida los destinos del país. En efecto, del potencial de votantes sólo menos de la mitad se acerca a cumplir con el sagrado deber. De éstos, en el caso de una segunda vuelta, es la mitad de esa menos de la mitad la que elige al futuro presidente de la república. O sea, menos de la cuarta parte de los ciudadanos, digamos que una escuálida minoría de algo menos del veintitrés por ciento de los votantes decide sobre el restante setenta y siete por ciento, y determina el rumbo futuro del país.
Quienes se abstienen significan una mayoría aplastante de personas de bien hastiadas de lo malo que perciben, pero que es su deber concientizarse que poseen el arma más poderosa para enderezar los torcidos, para bloquear al progresismo que nos ha venido imponiendo sus creencias y desvalores y a ése trasnochado comunismo que ha resultado fatal en los países americanos y que busca arraigarse en Colombia. Hay que usarla, porque es un arma infalible. Y como no hay tiempo para montar el percutor que dispare el sentido común, mientras a futuro corresponde organizarse para reorientar las cosas y desarrollar un país coherente y serio del que estemos orgullosos, mientras éstas mayorías pueden organizarse para cambiar la mentalidad partidista y polarizada, para éstas elecciones hay que individualmente aportar cada uno su propio granito de arena para que se construya una sólida plataforma de valores y principios. Por lo pronto, apoyando a Fico. Un resultado así será avisar la llegada de la rectitud. Será alzar la voz para advertir a todos que Colombia cambiará. Por ahora, entonces, hay que dejar el escepticismo y alzar la voz.