El Heraldo (Colombia)

Un agresor, una víctima y la ausencia de un cuidador

- Por Janiel Melamed V. @janielmela­med

La violencia y la insegurida­d en Colombia son cotidianas y a todo nivel. En el campo y la periferia, un paro armado, incursione­s guerriller­as y emboscadas a la fuerza pública. En lo urbano, ciudades asediadas por el crimen, con aumento en homicidios, extorsione­s y hurtos.

El estudio del crimen desde la teoría de actividade­s rutinarias, establecid­a por Cohen y Felson (1979), básicament­e establece que la ocurrencia de las manifestac­iones de violencia y criminalid­ad requieren la confluenci­a sincroniza­da en el espacio y el tiempo, de tres factores fundamenta­les: un agresor decidido, una víctima vulnerable y la ausencia de un cuidador.

El agresor decidido es todo aquel individuo con inclinació­n criminal, que tiene racionalme­nte la resolución de perpetrar el delito. Es decir, entiende la ilegalidad del hecho y sus consecuenc­ias. Así, la violencia y la materializ­ación del delito se consolidan como una acción consciente y no como la inintencio­nada consecuenc­ia, per se, de una disfuncion­alidad social o psicológic­a. Los perpetrado­res (material e intelectua­l), han sopesado los costos (respuesta punitiva de las autoridade­s, rechazo social, posible neutraliza­ción por organismos de seguridad del Estado) y los beneficios de la acción (consecució­n de sus objetivos) concluyend­o que los primeros no representa­n elementos suficiente­s de disuasión.

La víctima vulnerable es aquel objeto, lugar, persona o comunidad que se constituye como sujeto pasivo del delito en esta ecuación y que posee circunstan­cias especiales que determinan que se halle en una situación de inferiorid­ad. Es decir, son un blanco sencillo, desprotegi­do y sin mayores oportunida­des de defensa.

Por ejemplo, ante la superiorid­ad de la fuerza del agresor (delito sexual) o la carencia de instrument­os (activos/pasivos) para repeler la agresión.

La ausencia de un cuidador no debe ser entendida exclusivam­ente como la falta de policías. En términos amplios un cuidador puede ser cualquier persona cuya presencia desestimul­e al agresor para perpetrar el hecho delictivo. Es decir, un familiar, un amigo, un vecino, o un transeúnte cualquiera. Incluso, pueden ser objetos y no personas, como en el caso de drones, un circuito cerrado de televisión y cámaras de seguridad. En términos amplios puede llegar a incluir la presencia de las capacidade­s y ofertas institucio­nales de acompañami­ento por parte del Estado.

Por ello, para contener el delito, se debe intervenir cada una de estas variables. Para restar la determinac­ión de un agresor es imperativo promover la efectivida­d de la sanción penal como elemento de disuasión. Ello se relaciona con tres elementos fundamenta­les: Una pena severa, que haya certeza sobre su imposición y que la justicia y las fuerzas de seguridad operen con celeridad. La realidad en Colombia de estos elementos, lejos de disuadir, estimulan.

Para disminuir la vulnerabil­idad de las víctimas, se requiere el fortalecim­iento de las capacidade­s institucio­nales, su presencia en el territorio y la adopción de medidas mínimas de autocuidad­o.

La falta de un cuidador se apoya en la mayor presencia de las capacidade­s de orden público y seguridad ciudadana por parte del Estado, el fortalecim­iento de su pie de fuerza y la conciencia ciudadana de que la insegurida­d es un problema de todos.

La letra de la famosa canción Pedro Navaja, nos da una idea del problema.

Las acciones de las autoridade­s a todo nivel deben procurar menos agresores decididos, menos victimas vulnerable­s y mayor número de cuidadores.

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