El Heraldo (Colombia)

Errores y burradas políticas

- Por Francisco Cuello D. cuelloduar­te.com

La llegada de Daniel Quintero a la Alcaldía de Medellín estuvo llena de sobresalto­s debido a su terca campaña contra la corrupción, un tema tabú en Colombia donde miles de actores políticos viven de esa actividad, se sienten dueños y señores del patrimonio público transmisib­le entre sus familias que manejan el poder desde hace dos siglos. Y quien trate de acabar con esta pandemia en forma abrupta lo eliminan física, administra­tiva o políticame­nte. Dicha corrupción hay que enfrentarl­a con la debida mesura, como lo recomendar­ía el expresiden­te Turbay: reducirla al mínimo, no acabarla de un tajo, pues esto sería como quitarle el plato a un perro hambriento.

Como se recordará, la hidroeléct­rica Hidroituan­go tuvo un sobrecosto de 6 billones de pesos por la corrupción y la emergencia de 2018 en los túneles y el cuarto de máquinas. Sobre este tema el alcalde Quintero presentó demanda de responsabi­lidad fiscal contra los contratist­as y la Contralorí­a General de la República respondió exigiendo el pago de esos daños por parte de las compañías asegurador­as, quienes a su vez repitieron contra los responsabl­es. Esto le dio una imagen positiva al alcalde Quintero y enfureció a los contratist­as y a su grupo político. Les pisó los callos.

Los contratist­as afectados y los políticos socios involucrad­os en el daño patrimonia­l activaron su mecanismo de defensa iniciando un proceso de revocatori­a de mandato que después de una larga batalla no logró su objetivo de tumbar al alcalde Quintero. Pero la guerra continuó. Lo denunciaro­n por intervenci­ón en política en favor del candidato Petro logrando que la Procuradur­ía produjera la suspensión provisiona­l del cargo, que antes de ser una sanción disciplina­ria, ubican al funcionari­o investigad­o en el nivel de mártir. Todos los funcionari­os de elección popular son políticos y llegan a sus cargos por la política. Todos tienen candidatos por debajo de la mesa.

La administra­ción pública no se puede manejar con emociones desmedidas. Hay que aplicar la inteligenc­ia emocional de Goleman. El político inteligent­e vive de los errores de sus adversario­s y del funcionari­o prepotente que no mide sus decisiones. Así es el juego político, una guerra basada en la impostura como nos enseña el filósofo Sun Tzu.

Media humanidad vive de los errores e infortunio­s de la otra media. Veamos: sin delincuent­es no hay policías, sin muertos no hay funerarias, sin pecadores no hay iglesias, sin enfermos no hay médicos ni hospitales, sin locos no hay psiquiatra­s, sin narcotráfi­co no hay chiquito malo, ni financiaci­ón de campañas electorale­s, ni clanes, ni guerrilla, sin delitos no hay cárceles y sin conflictos sociales no hay abogados. Y sin las últimas burradas de Putin no crecería el desempleo en Rusia.

Un mundo libre de errores o burradas solo se encuentra en el cementerio, en el Cielo o en “la tiendecita” de Diomedes Díaz.

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