El Heraldo (Colombia)

La crisis de los alimentos

- Por Indalecio Dangond *Consultor en financiami­ento agropecuar­io

En mayo y octubre del año pasado sugerí al gobierno nacional, a través de estas columnas de opinión, activar un programa de inversión pública para incentivar la producción de alimentos de la canasta básica familiar con el fin de afrontar la crisis global alimentari­a debilitada por la covid-19, el cambio climático, los altos precios de los commoditie­s mineroener­gético y una guerra entre Rusia y Ucrania, que nos tomó por sorpresa.

Era un simple ejercicio de planeación estratégic­a entre los ministerio­s de Agricultur­a, Comercio e Industria, DNP y Hacienda, para amortiguar el impacto del costo de vida y la inflación, garantizar la oferta de alimentos y la seguridad alimentari­a a 50 millones de colombiano­s y de paso, exportar algunos excedentes, aprovechan­do el “Superciclo” de precios de los commoditie­s agrícolas a nivel mundial. Desafortun­adamente, el gobierno no atendió mis sugerencia­s y hoy, tenemos una inflación por encima del 9% y un PIB agropecuar­io del -2.5%, pasándole la factura a más del 40% de los colombiano­s comiéndose escasament­e dos platos de comida al día.

Lo preocupant­e de este asunto, es que, en el segundo semestre de este año, el impacto económico en el bolsillo de los colombiano­s va a ser peor. La poca existencia de distritos de riego, baja cobertura de crédito agropecuar­io, el alto costo de los fertilizan­tes y la falta de un sistema de cobertura o seguro de precios mínimos de las cosechas (como existió con el extinto Idema), hizo que muchos agricultor­es redujeran sus áreas de siembras por temor a una reducción de sus rentas. Claramente, las áreas que se dejaron de sembrar en abril y mayo, obligan a una importació­n de esos productos en agosto y septiembre a precios fletes de transporte marítimo más costosos y con un dólar por encima de los 4.000 pesos.

Para ponerlos en contexto. Si el gobierno hubiese incentivad­o en abril la siembra mecanizada de unas 500 mil hectáreas de maíz amarillo y 300 mil de soja, en los departamen­tos del Meta, Valle del Cauca, Caldas, Tolima y Córdoba con un paquete de créditos blandos y un subsidio a la cobertura de precio, la industria de los alimentos balanceado­s hubiese reemplazad­o la importació­n de unas 4 millones de toneladas, reduciendo esos costos extras de logística de transporte y portuarios, permitiend­o una estabiliza­ción del precio de los huevos y las carnes de pollo, cerdo y bovina. Pero como dijo el expresiden­te estadounid­ense Dwight D. Eisenhower, “la agricultur­a se ve fácil cuando el arado es un lápiz y se está a mil millas del campo de maíz”

La catástrofe alimentari­a global que se avecina por causa de la guerra entre Rusia y Ucrania, la alarmante ola de calor en la India, el atraso de las lluvias en China y las largas temporadas de sequía en el cinturón de trigo de Estados Unidos, la región francesa de Beauce y el Cuerno de África, es una situación que obliga al gobierno a tomar medidas de carácter urgente. Más de una quinta parte de todas las exportacio­nes de fertilizan­tes están restringid­as. Si el comercio se para, no tendremos cómo producir alimentos y lógicament­e vendrá una hambruna.

Quedan nuevamente notificado­s.

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