Borre y Díaz: caribeños del mundo
Debió ser un guionista muy barranquillero el que — imaginariamente— habría escrito el epílogo de la película del título del Eintracht, en el que Rafael Santos Borré fue el gran héroe. El protagonista principal.
Se citó con la gloria el formidable delantero barranquillero cuando anotó el gol del empate durante el partido y, luego, cuando convirtió el quinto lanzamiento desde el punto penal, con todo lo que ese instante representa para el sistema nervioso del ejecutor. Él, con absoluto control emocional para disparar firme y preciso. Dos días después fue seleccionado por el comité técnico para el equipo ideal de la Europa League.
El próximo sábado, Luis Díaz y Liverpool enfrentarán al Real Madrid en la final de la ‘Champions’. Apenas cuatro meses después de su arribo al poderoso equipo inglés, el guajiro no ha hecho otra cosa que desplegar su espíritu transgresor por toda la cancha, encarando, desbordando; gambeteando, rematando; asistiendo, anotando. Como si hubiera nacido futbolísticamente en ese avasallante y excitante estilo del equipo dirigido por Kloop. Se adueñó de la titular y es socio calificado de Salah y Mané.
Otra vez dos delanteros caribeños dejan en alto el prestigio del fútbol colombiano en Europa. Y cuando esto ocurre, vuelvo a preguntarme: ¿qué tiene el jugador de acá que se destaca en, quizá, la misión más arriesgada y determinante del fútbol? Tal vez parte de la respuesta la tiene el gran periodista y escritor Juan Gossaín, cuando define al verdadero costeño caribe por su alegría ante la vida. Probablemente ahí radique parte de la explicación: alguien alegre, improvisa, se atreve y asume riesgos, características infaltables en un delantero que continuamente se ve de cara a la situación más determinante del juego: superar las defensas rivales y definir.
Borré es colectivo, estratégico y de fina técnica para resolver. Díaz es más individualista, improvisador e hiperactivo. Borré trasciende por sus movimientos, Díaz por sus regates. Ambos por su calidad y continuidad (con y sin el balón).
El reconocido y admirado Juan Gossaín siguió describiendo al caribeño diciendo que este ve el mar como parte de la vida. “El mar es el horizontal perfecto. Mira y no termina de mirar, porque no tiene límites. Un hombre que mira y no tiene límites ante sus ojos es una persona que puede imaginarse lo que quiera”.
Claro, por eso solo alguien de ilimitada imaginación puede ser capaz de inventar e improvisar los gestos para sortear los últimos metros de la cancha, los más vigilados. Seguramente por eso Borré y Díaz nos lo demuestran con tanta frecuencia. Y nos reconfortan con el buen fútbol.