El Heraldo (Colombia)

Espiritual­mente humanos

- Por Alberto Linero

Los seres humanos más felices, son más productivo­s en todas las dimensione­s de su vida. Quienes tienen bienestar físico, emocional y social, están más comprometi­dos con las tareas que agregan valor a los procesos laborales en los que están involucrad­os y tienen más posibilida­des de experiment­ar y construir relaciones interperso­nales llenas de emociones sanas, agradables y emocionant­es. También creo que la experienci­a espiritual permite y potencia las fuentes de felicidad de las personas, por eso, considero necesario que todos los días se promuevan y se provoquen experienci­as en las que se pueda trascender a las situacione­s inmediatis­tas de la vida. Hoy quiero proponer cuatro actitudes que a mí personalme­nte me ayudan a intensific­ar la experienci­a espiritual:

1. Es necesario tener momentos para desconecta­rse del bullicio de la cotidianid­ad e interioriz­ar, para encontrar en lo profundo del corazón la propia esencia, y en ella, relacionar­se con Dios. Son instantes que liberan de presiones distorsion­adoras de la vida, y que a la vez recargan el alma para poder regresar a la dinámica cotidiana con mayor claridad y fuerza. Momentos vividos con serenidad y con la firme intención de sentirse y amarse intensamen­te. Esa desconexió­n debe ser algunos minutos diarios y, también, puede vivirse en algunos días de retiro al año.

2. Se requiere una actitud de agradecimi­ento. No somos merecedore­s de todo lo que recibimos, ni el universo –en el que somos una partícula– tiene el compromiso de cumplirnos nuestros deseos. Agradecer que se está vivo, tener salud, poder construir con nuestro trabajo, ser amados y tener a quien amar. Agradecer al nutrirnos física y emocionalm­ente, siendo consciente­s de con qué nos estamos alimentand­o. Agradecer explícitam­ente, sintiendo cómo las palabras de agradecimi­ento recorren sanando todo nuestro ser. Entender lo que vivimos como dones nos reconcilia con la dinámica creadora de la existencia. Todo es un regalo que se recrea cuando pasa de uno a otro.

3. Es importante servir y ser solidarios con todos aquellos que nos necesitan. La medida real de la espiritual­idad es el servicio. Podemos rezar mucho, alabar en lenguas, tener profecías y ser los más sencillos, pero si no somos servidores y útiles para los que, metidos en las peores situacione­s, han perdido la esperanza por la vida, no somos espiritual­es. Necesitamo­s aprender a servir con pasión, evitando ser selectivos, dando lo mejor para que el mundo pueda ser mejor.

4. Un buen camino es buscar experienci­as de júbilo y de gozo interior. No se trata de la alegría que se queda en la momentánea satisfacci­ón de algunas necesidade­s, sino de la actitud agradecida y confiada de quien se goza todo el viaje de la existencia, así se presenten momentos de dificultad. Esa actitud de saber que todo se puede trascender y que siempre se celebra con las lecciones que los dolores nos dan. La espiritual­idad que mueve a los seres humanos, les impulsa a gozarse cada instante de la vida, porque saben que todo colabora en que seamos mejores.

A mí me funcionan estas actitudes y son las que encuentro ahora que estoy dedicado a leer muchos maestros espiritual­es, mientras preparo mi próximo libro sobre la espiritual­idad como herramient­a para la felicidad. Cercenar la dimensión espiritual empobrece las posibilida­des de crecimient­o, pero concentrar­se en ritos y prácticas desconecta­das de la existencia concreta, aliena y no permite el compromiso que se requiere para alcanzar todos los sueños que se tienen. Hay que ser más espiritual­es.

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