‘Domingo y la niebla ’- Festival de Cannes
La nueva película del director de cine costarricense Ariel Escalante Meza, Domingo y la niebla, es una de las pocas cintas latinoamericanas seleccionadas en el Festival de Cannes, y constituye una excelente representación del continente, siendo una de las más conmovedoras.
Este filme es el segundo de Escalante, conocido por Ruido de las cosas (2016), y toca un tema muy universal que afecta diversas poblaciones rurales del continente, cuando se ven confrontadas con la amenaza de grandes proyectos industriales en áreas residenciales.
Domingo (Carlos Ureña) es un campesino que vive en una zona donde el estado planea la construcción de una carretera. Dicho proyecto implica la demolición de su precaria vivienda, hecho que aqueja a varios de sus vecinos. A cambio, el estado ofrece compensación económica a la cual algunos ya se han acogido; negarse, implicaría una guerra sucia, donde tienen todas las de perder.
Pero los motivos de Domingo para objetar al cambio van mas allá de su condición financiera. Su casa es una herencia de su suegro, y sólo allí aparece de noche esa niebla especial que encarna la visita de su difunta esposa. Con ella conversa y enmienda errores y culpas. El pasado para él es mas importante que el futuro, y la historia nos develará lentamente los motivos.
Mientras Domingo deambula solitario por los densos paisajes verdes con su impermeable amarillo, que le da rasgo distintivo en mas de un sentido, visita los pocos amigos que le quedan. Acompañado de unas copas del licor que ayudan a compensar pesares, sobre todo los económicos que a todos afecta, rehúsa ceder su territorio y emprende su labor de oposición, escopeta en mano.
Mientras visita a su hija Sylvia (Sossa), quien maneja un pequeño café, ésta le abre las puertas, sin mucha insistencia, conociendo la sensación de impotencia que implica interferir en las decisiones de su padre.
Y es en este contexto que tanto ella como nosotros, los espectadores, nos vamos introduciendo al interior de Domingo, con sus dolencias y arrepentimientos que le impiden mirar adelante.
Tal vez el sonido, a cargo de Alberto Torres, es el principal complemento al ensamblaje poético que nos implanta su sentir. Acechado por el peligro a todo instante, escuchamos cómo se aproxima una estruendosa motocicleta interrumpiendo el pausado crujir de la leña prendida, o el impacto de un disparo que atraviesa una arrulladora llovizna.
La cámara, a cargo de Nicolás Wong Díaz, es otro extraordinario elemento en el ensamblaje de lo personal con lo político que esta historia realista y a la vez mágica revela, con todo pausado y pocas arandelas.
La filmación tuvo lugar en Cascajal de Coronado, en las afueras de San José, la capital costarricense. La actuación de Arena es excelente, haciéndose presente en casi todas las escenas de la película.
Domingo y la niebla tuvo su premier en la sección Una cierta mirada, y esperamos poder verla pronto en salas de cine.