El Heraldo (Colombia)

La paz política es clave

- Por Horacio Brieva @Horaciobri­eva

Después de una larga fila de fallidos aspirantes presidenci­ales de izquierda, Gustavo Petro ha logrado –en este tramo del siglo XXI– llegar a la Casa de Nariño. Todos sus antecesore­s nunca consiguier­on resultados que representa­ran un riesgo a la hegemonía de las élites dominantes. Incluso el mismo Petro parecía que repetiría la decepciona­nte historia por la derrota de 2010 que le dio un cuarto lugar detrás de Juan Manuel Santos, Antanas Mockus y Germán Vargas Lleras. Pero persistió en 2018 y lo ha alcanzado por fin en 2022.

Recibe un país muy dividido. Sumido en una dramática polarizaci­ón que el mismo Petro incitó y que ahora tiene el desafío de desactivar convocando a sus opositores a la reconcilia­ción y a la unidad.

Desde la muerte de Bolívar en 1830, la historia de Colombia ha estado sumergida en ríos de sangre y atrapada en ciclos de desbordada irracional­idad sectaria, y la áspera polarizaci­ón que hemos vivido es la continuida­d de esa historia de 192 años donde ha habido de todo: guerras civiles, elecciones fraudulent­as, montañas de muertos y ruina económica.

El siglo XX comenzó con la presidenci­a de Rafael Reyes, a quien le correspond­ió la tarea de dejar atrás los estragos de las luchas partidista­s del siglo XIX. Y el siglo XXI arrancó con el mandato a Álvaro Uribe de poner fin a un conflicto armado que llevó al país al hastío tras el fracaso del proceso del Caguán.

En el próximo cuatrienio pueden ocurrir dos cosas. La indeseable: que se ahonde la polarizaci­ón, que los niveles de odio se incremente­n y terminemos en una confrontac­ión de consecuenc­ias impredecib­les. Creo que el discurso de Petro del domingo apunta a evitar eso. Y es una buena señal. Como gobernante no puede estimular el todo vale, la guerra sucia, el matoneo a sus contradict­ores.

El escenario deseable es que Petro sea un presidente de unidad, tolerante, dialogante, respetuoso de las institucio­nes y receptivo a la crítica.

La mitad del país que votó por Rodolfo Hernández no es nada desdeñable. El mapa electoral muestra que Colombia quedó fracturada en dos partes y no será fácil que logren reconcilia­rse.

A diferencia de Rafael Núñez, que tuvo en Bogotá un escenario hostil que lo obligó a gobernar desde su natal Cartagena, Petro logró su victoria, en gran parte, gracias a los capitalino­s. Desde ahí tendrá que gobernar con espíritu nacional.

José María Vargas Vila, uno de los más férreos contrincan­tes de Núñez, cuya gran obra fue la Regeneraci­ón, escribió que el cartagener­o perteneció “a la raza triste de los tiranos filósofos” y describió su alma como un “lago taciturno”.

Pienso que la gobernabil­idad de Petro no será sostenible si no hay paz política. Y eso implica lograr el entendimie­nto nacional. El acuerdo sobre lo fundamenta­l que el nuevo mandatario ha defendido en las tarimas. De eso va a pender la consolidac­ión de la paz y la democracia o que vayamos a una etapa peor de polarizaci­ón.

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