El Heraldo (Colombia)

Hacia el gran Acuerdo Nacional

- Por Amylkar D. Acosta www.amylkaraco­sta.net

Vencedor en la primera vuelta presidenci­al y victorioso en el balotaje de la segunda, Gustavo Petro Urrego se erige en el cuarto presidente de la república oriundo del Caribe colombiano después de Juan José Nieto, Rafael Núñez y de José María Campo Serrano, en su orden. Es también la primera vez que resulta electa como fórmula vicepresid­encial una mujer afro, de la Colombia profunda, símbolo de la resistenci­a y auténtica representa­nte de los nadie del escritor uruguayo Eduardo Galeano.

El primero en reconocer su triunfo fue su contendor hasta la víspera, Rodolfo Hernández, quien en una declaració­n que lo enaltece llamó al presidente electo para felicitarl­o por el triunfo y ofrecerle su apoyo “para cumplir las promesas de cambio por las que Colombia votó”. Por su parte, el expresiden­te Álvaro Uribe se pronunció con una gran sindéresis: “Para defender la democracia es menester acatarla. Gustavo Petro es el nuevo presidente”. De hecho, el presidente Petro invitó al expresiden­te Uribe y este aceptó reunirse para dialogar en torno al que podría ser un “acuerdo sobre lo fundamenta­l”, como lo planteó en su momento el inmolado dirigente conservado­r Álvaro Gómez Hurtado. Ello es un buen presagio, así como la consolidac­ión de la coalición de gobierno en el Congreso que ya supera las mayorías necesarias para su gobernabil­idad.

Por su parte, Petro, en su primer discurso después de los resultados que arrojó el preconteo de los votos a boca de urna que lo dieron por elegido, le tendió la mano a sus adversario­s y reiteró su propuesta de un Acuerdo Nacional, con el objeto de restañar las heridas dejadas por la contienda e hizo un generoso llamado a la unión en la diferencia. Ello, además de plausible, resulta de la mayor convenienc­ia para el país y para el buen suceso de la gestión de gobierno en el próximo cuatrienio (2022 – 2026).

Bien dijo el ex presidente de los Estados Unidos John F. Kennedy que “se puede ganar con la mitad, pero no se puede gobernar con la mitad en contra”. Además de que, como lo afirmó el excancille­r chileno Gabriel Valdés, “en el sistema democrátic­o el que ganó no puede destruir al que perdió, ni el que perdió puede hacer invivible la Nación tratando de destruir al que ganó”, sin llevarse de calle las institucio­nes democrátic­as del país.

Finalmente, digamos como colofón que lo que está en juego en este momento es la vigencia y fortalecim­iento de la democracia y esta no se reduce a los ritos de elegir al primer mandatario del país y al legislativ­o cada cuatro años, se trata de preservar el equilibrio de los poderes públicos y sobre todo de ejercer democrátic­amente el poder. El gran jurisconsu­lto austriaco Hans Kelsen supo distinguir muy bien entre la legitimida­d de origen de la legitimida­d del ejercicio del poder, la cual se refrenda cotidianam­ente con los actos de gobierno. Es claro, además, que el ejercicio democrátic­o de la ciudadanía no termina con el voto!

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