La metamorfosis moderada de Petro
Tal vez lo más significativo de la elección presidencial es que el triunfo de Gustavo Petro no fue aplastante.
Desde la primera vuelta, Petro se comenzó a moderar y se rodeó de líderes del santismo que venían de la Coalición Centro Esperanza. Después de la victoria, la tónica ponderada de Petro se ha afianzado. Se volvió tan tibio que solo le falta ir a ver ballenas.
Durante años, Petro arrastró la imagen de incendiario, de castrochavista, de enemigo del establecimiento, y el uribismo la usó para atajar su acceso al poder presidencial, sembrando miedo. En respuesta, Petro y sus seguidores aportaron también su cuota de agresiones contra sus contradictores, extendiendo sus flechas a quienes dentro del espectro político no resultaban clasificables como uribistas, por ejemplo Sergio Fajardo. Por ese camino llegamos a un extremo clima de sectarismo que se volvió tóxico y es lo que se ha llamado la polarización.
Tras su difícil triunfo, Petro ha mostrado un inesperado giro al centro que convendría se convirtiera en el perdurable sello distintivo de su liderazgo en favor de la paz y la democracia.
Por supuesto, no se trata de que a partir del nuevo Petro vayamos a superar, de un día para otro, el venenoso sectarismo que se apoderó de la política colombiana y que se ha expresado con virulencia en las redes sociales. Tampoco se trata de que desaparezcan las diferencias entre opciones ideológicas distintas. Por el contrario: la oposición se necesita. Y el Acuerdo Nacional no debe ser una versión más vulgar de la coalición de la mermelada, sino un escenario de construcción de consensos alrededor de la economía, la paz, la democracia, la seguridad y la lucha contra la corrupción.
El país necesita transitar hacia un modelo democrático en el que las discrepancias se tramiten de manera civilizada. Por ejemplo, salvajes episodios como el del ataque a un mural de Egan Bernal no pueden volver a repetirse. Por eso es muy importante que el Petro actual sea el que prevalezca de aquí en adelante. Sería funesto verlo de nuevo en el Twitter y en las plazas públicas en el plan belicoso de antes.
El Petro que Colombia requiere es el que ha convocado a la reconciliación y a la unidad. El que se ha reunido amistosamente con Claudia López. El que se reunirá con Álvaro Uribe para hallar puntos de proximidad en bien del país y la paz política. Y el que dijo: “Si la izquierda se ensoberbece, se vuelve soberbia, porque ha logrado unos triunfos que nunca había logrado, empezando por mí mismo, nos aislamos. Y si nos aislamos, nos tumban”.
Colombia será una democracia fortalecida si optimiza la calidad de la deliberación política. Todos, de alguna u otra manera, hemos sido autores de ofensas y víctimas de las mismas. La inteligencia debe primar sobre la estupidez. Vamos a ver si el Petro presidente contribuye a inaugurar una era tolerante que transforme la democracia colombiana en el siglo XXI.