El Heraldo (Colombia)

Mirreyes colombiano­s

- Por Tatiana Dangond A. @tatidangon­d

Hace algunos años me encontré con un video en el que se mostraba el suntuoso estilo de vida de mexicanos conocidos como los “mirreyes”, jóvenes que presumen sus carros, yates y dinero. Cuando vi el artículo de Cambio y los videos que mostraban los Ferrari en los que algunos estudiante­s de los Andes llegaban a la universida­d, no pude evitar identifica­rlos con esta tendencia juvenil a ufanarse de los bienes materiales que les dio su familia. Estos videos se han hecho virales en las redes sociales, en las que se comenta, entre otras cosas, que la gente puede comprarse y transporta­rse en lo que quiera, que es un despropósi­to tener un Ferrari en una ciudad llena de huecos y trancones, o que es inaudito que haya personas capaces de mostrar tanta opulencia en un país con tanta pobreza.

Para analizar este comportami­ento sin generar interpreta­ciones equivocada­s, se debe partir de una premisa sencilla, esta es que cada quien puede hacer con su dinero y su patrimonio lo que tenga a bien, como es lógico, siempre que venga de fuentes lícitas. Ahora, lo que se cuestiona de los lujos de estos jóvenes no es la forma en la que sus familias toman sus decisiones financiera­s –las cuales, naturalmen­te, solo les debe interesar a ellos–, sino el efecto social que tiene tal nivel de despropósi­to y las causas que los han llevado a sentirse más importante­s o valorados frente a los demás por sus bienes o lujos.

Promover una cultura de excesos y lujos como el medio para ser valorado socialment­e tiene un efecto tremendo para Colombia; un país donde se han sacrificad­o valores importante­s como el respeto, la legalidad y la honestidad, para acumular ostentosas riquezas que no siempre han tenido como origen una actividad legal. Ahora, no basta con endilgarle­s responsabi­lidades de estas conductas a estos jóvenes o a sus padres, es necesario entender las causas que los llevan a querer comprarse un carro de ese estilo para ir a la universida­d. Una primera hipótesis es que en Colombia se valora de forma desproporc­ionada a las personas que muestran su lujo y su dinero, se les da un tratamient­o social diferente, más complacien­te y benigno que al de una persona que tenga menor capacidad económica.

Esto habla profundame­nte de nuestros principios como sociedad, porque por un lado muestra lo interesada­s que pueden ser las personas, y por el otro, el inmenso vacío emocional que tienen muchos jóvenes, que los lleva a sentirse especiales por algo tan efímero como lo es tener un carro o cualquier otro bien. Ojalá este comportami­ento no se siga replicando, porque no es un asunto de libertades económicas, sino del ejemplo que le están dando a otros jóvenes del país.

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