El Heraldo (Colombia)

EL ESTADO COMO PACIENTE

- POR MANUEL MORENO SLAGTER moreno.slagter@yahoo.com

La idea de comparar el Estado con un cuerpo humano no es nueva. Desde hace rato se habla de la «cabeza» del Estado y de su responsabi­lidad para mantener la unión de sus miembros, especialme­nte en tiempos de crisis. La noción puede remontarse hasta el cristianis­mo antiguo y la ekklesía, parte del llamado «cuerpo místico» de Cristo, que según señala David Hernández De la Fuente, de cierta forma derivó en lo que conocemos como «cuerpo político». No es este el espacio idóneo para profundiza­r en tales conceptos, al lector le bastará con aceptar que es una metáfora recurrente.

Entonces, el Estado se enferma como las personas, o quizá nunca está del todo sano y por eso siempre vive tendido en la mesa del quirófano.

Los procedimie­ntos son frecuentes. Es una manera de entender la necesidad de reformarlo con tanta regularida­d, especialme­nte cuando es un Estado en proceso de maduración, joven, todavía acosado por los turbulento­s momentos de su nacimiento. Colombia encaja en una descripció­n así, un borrador de Estado que, me temo, está apenas saliendo de su compleja infancia.

El gobierno de turno está sometiendo al Estado colombiano a un sin ín de complicada­s operacione­s simultánea­s. Estamos intervinie­ndo el corazón, el cerebro, los riñones, todo. Reforma al sistema de salud, reforma al sistema de pensiones, reforma laboral, modificaci­ón del esquema de generación eléctrica, insinuacio­nes sobre controles a las tarifas de servicios públicos, reforma política; esa apenas es una relación incompleta de lo que se pretende hacer. Lo malo de una ambición correctiva tan desmedida es que las probabilid­ades de fracaso son directamen­te proporcion­ales a la cantidad de iniciativa­s. Una operación de corazón abierto es, digamos, sumamente delicada, pero se complicará aún más si la hacemos simultánea­mente con una neurocirug­ía y con un trasplante de riñón.

Si se pretende seguir con esos planes al mismo tiempo, posición desaconsej­able desde cualquier punto de vista, al menos se esperaría que en la sala de cirugía participen los mejores médicos del mundo, la única manera de mitigar los escandalos­os riesgos. Pero no. Hasta ahora, y salvo algunas excepcione­s, las personas encargadas de tales proyectos son más activistas que técnicas, con lo cual la posibilida­d de que el Estado colombiano se complique en la mesa de operacione­s es muy alta. Faltan los expertos, los académicos, la claridad de los datos, los debates libres de posiciones in exibles que nos permitan racionaliz­ar los ajustes. O hacemos eso o se nos puede morir el paciente.

Faltan los expertos, los académicos, la claridad de los datos, los debates libres de posiciones in exibles”.

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